sábado, 30 de octubre de 2010

Constantine P. Cavafy



Desde las nueve

Las doce y media. El tiempo pasó volando
desde las nueve, cuando encendí la lámpara
y me sente aquí. Sentado sin leer
y sin hablar. ¿Con quién podría hablar,
solo con mi alma en esta casa?

Desde las nueve, cuando encendí la lámpara,
la imagen de mi cuerpo joven
me ha perseguido para evocarme
cuartos perfumados y cerrados,
el placer atrevido de otros días.
Y me trajo también a la memoria
calles que ya no reconozco,
cabarés llenos de vida que han cerrado,
teatros y cafes que ya no están.

La imagen de mi cuerpo joven
también me ha recordado motivos de tristeza:
lutos de familia, separaciones,
los sentimientos de los míos, los sentimientos
de los muertos tan poco valorados.

Las doce y media. Cómo ha pasado el tiempo.
Las doce y media. Cómo han pasado los años.


Che fece... il gran rifiuto

A algunas personas les llega un día
en que deben decir el gran Sí
o el gran No. Se ve en el acto quien tiene
listo el Sí en su corazón, y, al decirlo,

avanza con honor, firme en su convicción.
El que se niega no se arrepiente. Si le volvieran a preguntar,
volvería a decir No. Pero ese No —que es correcto—
lo socava el resto de su vida.


Manuel Comneno

Un día desolado de setiembre
el emperador Manuel Comneno
sintió que su muerte estaba cerca.
Los astrólogos –a sueldo– de la corte
insistían en que aún
le quedaban muchos años por vivir.
Mientras ellos hablaban, sin embargo,
recordó una vieja costumbre religiosa
y mandó traer hábitos de un monasterio
y se los puso, contento de adoptar
la humilde imagen de un sacerdote o un monje.

Felices aquellos que creen
y que terminan su vida, como el emperador Manuel,
humildemente envueltos en su fe.

Constantine P. Cavafy, 1863-1933, Alejandría, Egipto
versiones del editor, a partir de las traducciones inglesas de
Stratis Haviaras, Edmund Keeley/Philip Sherrard, y Daniel Mendelsohn
imagen: s/d

lunes, 25 de octubre de 2010

Yusef Komunyakaa


Cactus nocturno & fachada

No puedo sacar los ojos del desnudo
en la ventana de un tercer piso a las 3 de la mañana.
Donde ella está ya es de día
en Copenhague & la Atlántida,
& apostaría el misterio contra mi vida
que está escuchando Bouncing with Bud.
Contoneándose con el ir y venir de los dedos por las teclas,
ella está al borde de algo grandioso
caído ahora en decadencia & confusión.

No creo que sea un anuncio visto por la ventana
de una fachada, podría ser la modelo de un pintor
tomándose una pausa luego de estar horas
sentada en la misma pose, en diálogo con tonos de rojo
rogando que la sombra de Bud no se aleje rengueando
golpeada por bastones policiales. Me pregunto si sabe
que la floración llenó el cuarto & la dejó sola
como estoy yo esta noche bajo un puñado de polvo cósmico,
una puerta cerrada con tablas y guardada por dos leones.

Yusef Komunyakaa, Estados Unidos, 1947
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Sally Mann, Night Blooming Cereus (1988)



Night-Blooming Cereus & Façade

I can’t take my eyes off the nude
in a third-floor window at 3 a.m.
Where she is it is already day
in Copenhagen & Atlantis,
& I’d bet mystery against my life
she’s listening to Bouncing with Bud.
Swaying to fingers up & down the keys,
she’s at the edge of something grand
now fallen into decay & shambles.

I don’t think she’s an ad seen through the window
of a façade, but she could be a painter’s model
taking a break from sitting in a single pose
for hours, in dialogue with shades of red
begging Bud’s shadow not to limp away
wounded by nightsticks. I wonder if she knows
blooming has filled up the room & left her lonely
as I am tonight beneath a handful of cosmic dust,
a boarded-up front door still guarded by two lions.

viernes, 22 de octubre de 2010

Malcolm Lowry


El pasado que florece

No hay ninguna poesía cuando vives ahí.
Esas piedras son tuyas, esos ruidos son tu mente,
los tranvías rechinantes y las calles que te unen
al bar soñado donde se alivia la angustia
son calles y tranvías: la poesía está en otro sitio.
Las fachadas de los cines y las tiendas
dejadas atrás y lloradas, ya no se lloran más.
Los nuevos jalones del aquí y ahora parecen
extrañamente fríos. Pero ve al Polo o a Nueva Zelanda,
y esas piedras florecerán y los ruidos cantarán
y serán fascinantes los tranvías, para el niño dormido
que nunca descansa, cuyo barco seguirá vagando siempre,
que jamás podrá volver a casa, y aún así debe traer
de vuelta a Ilión trofeos extraños, y absurdos!

Malcolm Lowry, Inglaterra, 1909-1957
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



The Flowering Past

There is no poetry when you live there.
Those stones are yours, those noises are your mind,
The forging thunderous trams and streets that bind
You to the dreamed-of bar where sits despair
Are trams and streets: poetry is otherwhere.
The cinema fronts and shops once left behind
And mourned, are mourned no more. Strangely unkind
Seem all new landmarks of the now and here.
But move you toward New Zealand or the Pole,
Those stones will blossom and the noises sing,
And trams will wheedle to the sleeping child
That never rests, whose ship will always roll,
That never can come home, but yet must bring
Strange trophies back to Ilium, and wild!



Un río seco es como el alma

Un río seco es como el alma
de un poeta que no puede escribir, aunque percibe
su tema con claridad imperfecta y lamenta
morir de sed por la sequía. Pero su meta,
un saludable mar del más claro cristal una vez,
retrocede, se vuelve gris en el espino cerval,
se va como los amores viejos,
abandona la mente por completo. Él no concibe
nada que lo remplace: solo en el polo
de la memoria vibra una brújula extraviada;
y así el río, al lado de sus árboles grises compasivos,
es una agonía de piedras, horrores que se hundieron
y que son declarados, blanqueados ahora. Porque son estas,
estas piedras y naderías las que mandan
cuando el río es un camino y la mente un hueco.

Malcolm Lowry, Inglaterra, 1909-1957
Versión © Gerardo Gambolini


A Died Up River is Like the Soul

A dried up river is like the soul
Of a poet who can’t write, yet perceives
With imperfect clarity his theme and grieves
To parched death over the drought. But his goal
Once a wholesome sea of clearest crystal
Recedes, grows grey in hartseye, like old love leaves,
Leaves the mind altogether. He conceives
Nothing to replace it: only at the pole
Of memory flickers some senseless compass.
So the river, by her grey pitying trees
Is an agony of stones, horrors which sank
But are now declared, bleached. For it is these,
These stones and nothingnesses which possess
When river is a road and mind a blank.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Stephen Spender


Sin esa meta una vez clara

Sin esa meta una vez clara, la ruta de vuelo
a seguir de por vida por un aire cristalino,
el siglo me ahoga bajo raíces de noche —
sufro como la historia en las Edades Oscuras,
con la verdad en mazmorras, de donde no se levanta
susurro alguno; oímos de torres ya desvanecidas,
y de torturas y guerras, y su rumor humeante y sombrío,
pero ninguna luz cae sobre las vidas enterradas de los hombres.
Vedme caminar por calles sinuosas donde la lluvia y la niebla
ahogan cada grito: en las esquinas del día
los taladros exploran nuevas zonas de dolor,
ni el verano ni la luz pueden bajar hasta aquí para jugar.
La ciudad construye su horror en mi cerebro,
las únicas alas con que huir son estas líneas.

Stephen Spender, Inglaterra, 1909-1995
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Stephen Spender, 1940, por Lucian Freud



Without That Once Clear Aim

Without that once clear aim, the path of flight
To follow for a life-time through white air,
This century chokes me under roots of night
I suffer like history in Dark Ages, where
Truth lies in dungeons, from which drifts no whisper:
We hear of towers long broken off from sight
And tortures and war, in dark and smoky rumor,
But on men’s buried lives there falls no light.
Watch me who walk through coiling streets where rain
And fog drown every cry: at corners of day
Road drills explore new areas of pain,
Nor summer nor light may reach down here to play.
The city builds its horror in my brain,
This writing is my only wings away.

martes, 19 de octubre de 2010

Raymond Carver


Miedo

Miedo de ver un patrullero entrando a casa.
Miedo de quedarme dormido a la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado se subleve.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo al teléfono que suena en medio de la noche.
Miedo a las tormentas eléctricas.
¡Miedo a la mucama que tiene una mancha en la mejilla!
Miedo a los perros que me han dicho que no muerden.
¡Miedo a la angustia!
Miedo de tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener demasiado, aunque la gente no lo crea.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo de llegar tarde y miedo de llegar antes nadie.
Miedo a la letra de mis hijos en los sobres.
Miedo de que mueran antes que yo, y que me sienta culpable.
Miedo de tener que vivir con mi madre en su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo de que este día termine con una nota triste.
Miedo de despertarme y descubrir que te fuiste.
Miedo de no amar y miedo de no amar lo suficiente.
Miedo de que lo que amo resulte letal para los que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo de vivir demasiado.
Miedo a la muerte.

Ya dije eso.

Raymond Carver, Estados Unidos, 1938-1988
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Fear

Fear of seeing a police car pull into the drive.
Fear of falling asleep at night.
Fear of not falling asleep.
Fear of the past rising up.
Fear of the present taking flight.
Fear of the telephone that rings in the dead of night.
Fear of electrical storms.
Fear of the cleaning woman who has a spot on her cheek!
Fear of dogs I’ve been told won’t bite.
Fear of anxiety!
Fear of having to identify the body of a dead friend.
Fear of running out of money.
Fear of having too much, though people will not believe this.
Fear of psychological profiles.
Fear of being late and fear of arriving before anyone else.
Fear of my children’s handwriting on envelopes.
Fear they’ll die before I do, and I’ll feel guilty.
Fear of having to live with my mother in her old age, and mine.
Fear of confusion.
Fear this day will end on an unhappy note.
Fear of waking up to find you gone.
Fear of not loving and fear of not loving enough.
Fear that what I love will prove lethal to those I love.
Fear of death.
Fear of living too long.
Fear of death.

I’ve said that.

viernes, 15 de octubre de 2010

Yusef Komunyakaa


Las cartas de amor de mi padre

Los viernes abría una lata de Jax
al volver de la fábrica,
& me pedía que le escribiera una carta para mi madre
que enviaba postales de flores del desierto
más altas que hombres. Él rogaba,
prometiendo no volver a golpearla
nunca más. A mí me alegraba en cierto modo
que ella se hubiera ido, & a veces quería
incluir un recordatorio: que la “Polka Dots & Moonbeans”
de Mary Lou Williams
jamás deshinchó los moretones.
Su delantal de carpintero siempre lleno
de clavos viejos, un martillo de orejas
colgando al costado & cables de extensión
enroscados en los pies.
Las palabras salían de debajo
de la presión de mi bolígrafo: Amor,
Cariño, Nena, Por favor.
Nos sentábamos en la silenciosa brutalidad
de voltímetros & terrajas,
perdidos entre las frases...
El reflejo de una cuña de cinco libras
en el suelo de cemento
arrastraba un crepúsculo hacia adentro
por la puerta del cobertizo.
Yo me preguntaba si ella se reía
& las sostenía sobre una hornalla.
Mi padre sólo sabía escribir
su nombre, pero podía mirar los planos
& decir cuántos ladrillos
llevaba cada pared. Ese hombre,
que robaba rosas & jacintos
para su jardín, se paraba ahí
con los ojos cerrados & los puños ovillados,
escribiendo con trabajo una sola palabra,
casi redimido por lo que trataba de decir.

Yusef Komunyakaa, Estados Unidos, 1947
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



My Father’s Love Letters

On Fridays he’d open a can of Jax
After coming home from the mill,
& ask me to write a letter to my mother
Who sent postcards of desert flowers
Taller than men. He would beg,
Promising to never beat her
Again. Somehow I was happy
She had gone, & sometimes wanted
To slip in a reminder, how Mary Lou
Williams’ “Polka Dots & Moonbeams”
Never made the swelling go down.
His carpenter’s apron always bulged
With old nails, a claw hammer
Looped at his side & extension cords
Coiled around his feet.
Words rolled from under the pressure
Of my ballpoint: Love,
Baby, Honey, Please.
We sat in the quiet brutality
Of voltage meters & pipe threaders,
Lost between sentences . . .
The gleam of a five-pound wedge
On the concrete floor
Pulled a sunset
Through the doorway of his toolshed.
I wondered if she laughed
& held them over a gas burner.
My father could only sign
His name, but he’d look at blueprints
& say how many bricks
Formed each wall. This man,
Who stole roses & hyacinth
For his yard, would stand there
With eyes closed & fists balled,
Laboring over a simple word, almost
Redeemed by what he tried to say.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Pablo Chacón


El odio es uno de mis temas favoritos...

El odio es uno de mis temas favoritos.
El odio es mi tema favorito.
El odio que se hace fuerte a la madrugada,
después de tomar un vaso de leche fría
y caminar por la casa en puntas de pie,
como un fugitivo

que se mira, en puntas de pie, frente al espejo,
cada día más parecido a sí mismo.

Pablo Chacón, Mar del Plata, Buenos Aires, 1960
de El Espía
imagen: rambla de la playa Bristol, 1913



En su desesperación...

En su desesperación, la mente no juega a la realidad.

Ahora, después de la cornisa,
rompemos el silencio.

Se escuchan los tambores de la resurrección, Isolda,
pero no hay dudas: no hay aviones en el cielo.

Tristán es el muerto.

Pablo Chacón, Mar del Plata, Buenos Aires, 1960
de Calor quieto


Mar del Plata

En la avenida Luro, al final, hay un muelle de madera y cemento.
Era el muelle favorito de Repetto y de Bronzini,
socialistas ilustrados en el Jockey Club,
rosa de los vientos que un día amaneció muerta,
piedra sobre piedra,
bajo un paño gris ceniza,
todo es humo y escarnio.
Esa noche sonó la sirena y otra, mucho después,
alerta el golpe que partió la proa de un barco perdido
y sin rastros de tripulación.

Esperamos en la colina. Esperamos mudos.
El muelle de madera y cemento es un dibujo iluminado,
y la playa plana, a los costados,
un espacio vacío, visitado por resplandores lunáticos.
Ni una sombra, nada, relámpagos,
arriba
y a la distancia, un silencio enorme como el miedo.
El reste es desprecio.
El desprecio se cultiva.
El desprecio es la única planta que se traga al miedo.

Pero consideremos, por respeto, al humor del comensal: las escaras del muelle, chatas,
infladas de parásitos, de lombrices, de larvas encerradas
que apolillan la materia y los bajíos,
los revoques de urgencia,
la prosperidad de temporada,
y los caprichos de la gravedad: marea alta y bandazos,
oleadas y bandazos
que el comensal apunta, y suma a los escapes de un gas
que pica en los ojos, la nariz,
arruina el aliento...
¿es un pozo, un osario?

Al fondo del muelle,
entre los cascotes derrumbados y las gaviotas muertas,
a unos doscientos metros de la costa
crece un tumor.
Es la carta robada.
Los pescadores todavía silban una martingala afantasmada,
compuesta
para intimidar suicidas.

El cartel de neón chisporrotea GAN A, CIA,
o GANCIA eventualmente:
sobre la trayectoria estacional de la arena
se acumulan intensidades y un falso punto de vista.
El mar es mi casa: los muertos no están muertos.

Los años pasaron desde entonces.
La ciudad está ahí.
Los restoranes cierran a las ocho. El casino no cierra.
Hay negocios vacíos y otros clausurados.
Hay autos abandonados y calles vacías.
Hay vías de tre abandonadas,
solares quemados por el frío, y al sur, entre el puerto y el faro,
bajando desde Alem, una ruta brumosa se estira,
camino al chaparral que algunos, exagerando,
llaman infierno.
Es necesario acelerar, ajustar las luces altas,
cambiar de ángulo y foco.
En el infierno flamea la bandera roja.
Pero como el marinero polaco,
yo no quiero ahogarme, sino nadar hasta hundirme.
Sobrevivir a nuestras catástrofes es una prueba de canalla.

¿Quién lo duda?
¿Los viejos?
Para un viejo nada es contemporáneo.
Y acá, en el balneario, no hay más que viejos
convertidos
a la utopía de un verano eterno.

Pablo Chacón, Mar del Plata, Buenos Aires, 1960
de Calor quieto

sábado, 9 de octubre de 2010

Víctor Redondo


Inferno

El retiro abierto, las hojas entornadas señalaban
una antigua ausencia.
Dar unos pasos por la habitación para convencerme
de la existencia del viejo olor aún sobre los muebles.
Aguardar la caída de la tarde para volver a recordar
las vulgares, estúpidas ciudades del mediodía.
Y por sobre toda la ansiedad, el manto, el manto
de olvido para borrar las horas.
La estúpida ventana de las ciudades del
mundo, la estúpida ansiedad.
El calor, la sed.
El amor como una ventana,
abriéndose, cerrándose, abriendo, cerrando, callando.
La alegría del amor desierto.
El sol, a veces, como un gran sexo en éxtasis.
Las paredes blancas como la piel de un niño,
dos árboles —uno viejo, el otro joven—
y la gran línea del horizonte encerrándonos en el mundo.
No había frutos en esos árboles, despedían por la tarde
un triste perfume de Dios,
y bebían gotas de nube de plata.
¡Cólera, cólera contra estos tiempos!

El arder de la vida
por el gran pantano de luz de aquellas islas.

Víctor Redondo, Buenos Aires, 1953.
imagen: tapa de Circe



Quijada

Quiero escribir palabras como quijada.
Destruir los complejos que se tienen al encarar cada
palabra,
como quijada.
Es decir, señor periodista,
yo escribo como un mestizo
o como tal al menos quiero llegar a escribir.
¡Las palabras tienen a veces una sangre tan confusa!
Quisiera tener un aparartito en la cabeza que
fuera moliendo
esa misma quijada que estoy usando como ejemplo
y dejara relámpagos temblando
en la palma de mi mano, sobre esa máquina que allí ve.
Usted está ahí, con ese perfecto grabador,
y yo aquí, frente a sus preguntas,
midiendo con mi otro ojo la distancia que aún me
separa del abismo.
Se reiría si le dijera lo que yo realmente pienso
de la literatura.
Apenas estómagos débiles en cuerpos enfermos.
Nada más.
Por eso busco palabras como quijada
para que bien mastiquen tanto polvo.

Víctor Redondo, Buenos Aires, 1953.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Gregori Balmodian


Constancia imperfecta

Un rayo cruza tu lenguaje
y estalla en el pasado.
El viento sacude árboles
que ya no dan fruto. ¿Qué hacemos
buscando detrás de las nubes
una calma inverosímil? Aceptemos
que nuestro idioma es la tormenta,
que saltar o no saltar
es un acantilado. Que la razón
nos sobra. Que los cuerpos
se buscan escandalosa, sabiamente,
para no hablar de nada
y trascender de a ratos, como pueden.

Gregori Balmodian, New Jersey, 1944
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Cliff Storm, Erik Tiemens


Flawed Constancy

A bolt crosses your speech
and bursts in the past.
The wind shakes already
barren trees. What are we doing
searching for an unlikely calm
behind the clouds? Let us accept instead
that storm is our language,
that jumping or not jumping
is a cliff. That reason
is redundant. That bodies
scandalously, wisely search
for one another to speak of nothing
and transcend on and off, as they can.

domingo, 3 de octubre de 2010

Carew ≈ Suckling ≈ Lawrence // 4 poemas sobre el amor


Thomas Carew / Rechazo de la mediocridad en el Amor

Dame más Amor o más Desdén;
la Zona Tórrida o la Helada
traen igual alivio a mi dolor;
ninguno me ofrece la Templada;
cualquier extremo, del Odio o del Amor,
más dulce es que la calma.

Dame una tormenta; si es Amor,
nadaré como Dánae con placer
en esa lluvia de oro; si Desdén,
mis esperanzas rapaces
el torrente han de comer; y del Cielo
sólo quien se libra del Infierno es poseedor.

Por tanto, corona mi dicha o cura mi dolor;
dame más Amor o más Desdén.

Thomas Carew, Inglaterra, 1595-1640.
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Thomas Carew, John Suckling, D. H. Lawrence



Mediocritie in Love Rejected

Give me more Love or more Disdaine;
The Torrid, or the Frozen Zone,
Bring equall ease unto my paine;
The Temperate affords me none;
Either extreme, of Love, or Hate,
Is sweeter than a calme estate.

Give me a storme; if it be Love,
Like Danae in that golden showre
I swimme in pleasure; if it prove
Disdaine, that Torrent will devoure
My Vulture-hopes; and he’s posest
Of Heaven, that’s but from Hell releast:

Then crowne my joyes, or cure my paine;
Give me more Love, or more Disdaine.



Thomas Carew / Belleza ingrata amenazada

Sabe, Celia, ya que eres tan orgullosa,
que fui yo quien te ha dado tu renombre;
tú habrías vivido ignorada
en la olvidada legión de las bellezas comunes
si mis versos no te hubieran exaltado
y emplumado con ello las alas de tu fama.

Ese poder letal no es tuyo en absoluto,
yo se lo dí a tu voz y a tus ojos;
son míos tus encantos y tus gracias;
tú eres mi estrella y brillas en mis cielos;
no arrojes, desde esa esfera prestada,
relámpagos a aquel que allí te ha puesto.

No me provoques más con esos miedos,
no sea que deshaga lo que he hecho;
que los necios adoren tus formas imaginarias,
yo te conozco en tu hechura mortal;
los poetas sagaces que envolvieron en cuentos la Verdad,
siempre la conocieron, con todos sus velos.

Thomas Carew, Inglaterra, 1595-1640.
Versión © Gerardo Gambolini


Ingrateful Beauty Threatened

Know Celia, since thou art so proud,
‘Twas I that gave thee thy renown;
Thou hadst, in the forgotten crowd
Of common beauties, liv’d unknown,
Had not my verse exhal’d thy name,
And with it imp’d the wings of fame.

That killing power is none of thine,
I gave it to thy voice, and eyes;
Thy sweets, thy graces, all are mine;
Thou art my star, shin’st in my skies;
Then dart not from thy borrow’d sphere
Lightning on him that fix’d thee there.

Tempt me with such affrights no more,
Lest what I made, I uncreate;
Let fools thy mystic forms adore,
I’ll know thee in thy mortal state;
Wise poets that wrapp’d Truth in tales,
Knew her themselves, through all her veils.



John Suckling / El amante fiel

¡Vaya! He amado
tres días enteros seguidos;
y quizás ame tres más
si el clima es bueno.

El Tiempo mudará las plumas de sus alas
antes de hallar de nuevo
en todo el ancho mundo
un amante así de fiel.

Pero lo odioso en eso es,
no merezco elogio alguno:
el Amor no habría hecho un alto en mí
si fuera otra y no ella.

Si fuera otra y no ella,
y ese rostro exactamente,
en su lugar habría
cuando menos diez docenas.

John Suckling, Inglaterra, 1609-1642
Versión © Gerardo Gambolini


The Constant Lover

Out upon it! I have loved
Three whole days together;
And am like to love three more,
If it prove fair weather.

Time shall molt away his wings
Ere he shall discover
In the whole wide world again
Such a constant lover.

But the spite on't is, no praise
Is due at all to me:
Love with me had made no stay,
Had it any been but she.

Had it any been but she,
And that very, very face,
There had been at least ere this
A dozen dozen in her place.



D. H. Lawrence / ¡No, Mr. Lawrence!

¡No, Mr. Lawrence, no es así!
Yo sé algo del amor,
no me molesta decirle.
Más que usted, a lo mejor.

Y lo que sé es que usted
exagera su encanto, su beldad.
No es así. Usted lo falsea, ¿sabía?
Es bastante aburrido, en realidad.

David Herbert Lawrence, Gran Bretaña, 1885-1930
Versión © Gerardo Gambolini

No! Mr Lawrence!

No, Mr Lawrence, it’s not like that!
I don’t mind telling you
I know a thing or two about love,
perhaps more than you do.

And what I know is that you make it
too nice, too beautiful.
It’s not like that, you know; you fake it.
It’s really rather dull.