lunes, 29 de noviembre de 2010

Juan Manuel Inchauspe


5

Suave es caer en la habitación
cuando hemos dejado detrás
esa acumulación crujiente de horas
quemadas para vivir.

Suave es la presencia de los muebles
la línea de tu nuca acompañando
la inclinación de tu cabeza sobre el libro.
Suave es el fondo de mar de tus ojos.

Y más suave la hora — en que ya cansado
pero terriblemente libre — enciendo
la lámpara que apagaré muy tarde.

Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
imagen & fuente: Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional
del Litoral, Santa Fe, 1994



4

Una vez más estás en el comienzo de la mañana,
herido, insoportable, más débil todavía,
mirando cómo fluye la luz de las cosas,
la clara quietud renaciendo de las sombras.

Una vez más la luz fuera de la ventana
y por dentro sombras apaciguadas y lentas..
La ceniza sobre la mesa, el lomo de los libros
y ese desorden de papeles como de algo
que fue nerviosamente buscado durante la noche.

Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
fuente: Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1994


1

Me voy temprano y regreso muy tarde
cuando la noche ha hecho ya
gran parte de su trabajo
y no queda tiempo para detenerse a mirar.

Así paso los días. Como si lo mejor de mí
estuviera paralizado y muerto
o mejor como si no hubiera existido nunca.

Nada más que este rostro hipnotizado.
Como un pájaro nocturno
alguna palabra escala mi sangre.
Entiendo que debo quemar mis manos una vez más.
Abro el cuaderno y escribo rápidamente.
Todo arde.

Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
fuente: Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1994

Había estado...

Había estado
buscando una casa, un lugar
donde poder vivir,
paredes alquiladas
cualquier cosa.

Al volver
desde el centro de una plaza vacía
alcancé a ver ese frío y lejano sol
que siempre se apaga detrás de las grandes ciudades.

Juan Manuel Inchauspe, Santa Fe, 1940-1985
fuente: Juan Manuel Inchauspe, Poesía Completa, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, 1994

viernes, 26 de noviembre de 2010

Giuseppe Ungaretti


Vigilia

Toda una noche
tirado junto
a un compañero
masacrado
con su boca
desencajada
vuelta al plenilunio
con la congestión
de sus manos
metida
en mi silencio
escribí cartas
llenas de amor

Jamás estuve
tan
apegado a la vida

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de L’Allegria
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Giuseppe Ungaretti


Veglia

Un’intera nottata
buttato vicino
a un compagno
massacrato
con la sua bocca
digrignata
volta al plenilunio
con la congestione
delle sue mani
penetrata
nel mio silenzio
ho scritto
lettere piene d’amore

Non sono mai stato
tanto
attaccato alla vita



San Martino del Carso

De estas casas
no ha quedado
más que algún
pedazo de muro

De tantos
que me querían
no quedó
siquiera eso

Pero en el corazón
no falta ninguna cruz

Mi corazón
es el lugar más devastado

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de L’Allegria
Versión © Gerardo Gambolini


San Martino del Carso

Di queste case
non è rimasto
che qualche
brandello di muro

Di tanti
che mi corrispondevano
non è rimasto
neppure tanto

Ma nel cuore
nessuna croce manca

È il mio cuore
il paese piú straziato



No griten más

Dejen de matar a los muertos
no griten más, no griten
si todavía los quieren oír,
si esperan no morir.

Tienen el susurro imperceptible,
no hacen más ruido
que el crecer de la hierba,
feliz donde no pasa el hombre.

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de Il Dolore
Versión © Gerardo Gambolini


Non gridate più

Cessate di uccidere i morti
non gridate più, non gridate
se li volete ancora udire,
se sperate di non perire.

Hanno l’impercettibile sussurro,
non fanno più rumore
del crescere dell’erba,
lieta dove non passa l’uomo.



Poesía

Los días y las noches
suenan
en estos mis nervios de arpa

Vivo
de esta alegría enferma
de universo
y sufro
por no saber encenderla
en mis palabras

Giuseppe Ungaretti, Alejandría, Egipto, 1888 – Milán, Italia, 1970
de Poesie disperse
Versión © Gerardo Gambolini


Poesia

I Giorni e le Notti
suonano
in questi miei nervi d’arpa

Vivo
di questa gioia malata
d'universo
e soffro
per non saperla accendere
nelle mie parole

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Rafael Felipe Oteriño


De las invariables pérdidas

De las invariables pérdidas
el alma extrae una verdad
puntual: todo hemos sido
y en la red pegajosa
de las arañas: arcilla,
pan, campo, águila,
dejaremos de ser.
Claro
que el cuerpo escondido sabe
que su simiente no termina
allí:
en medio del humo
y los cascos rendidos
de los caballos
una bandera tarda en caer,
la que en el viento
es sonido.
Su cuerno
teje la armonía
entre lo mortal que mana
y la fábula imborrable
que la vida nos devuelve.

Rafael Felipe Oteriño, La Plata, Argentina, 1945
imagen: Edvard Munch, Melancolía


Escribo contra la muerte

Mi carga de imágenes es pobre:
árboles y viento para entender el curso de la vida
o un pájaro infinito para medir su intensidad.
Y arañas y luz turnándose una y otra vez.

Mi carga de recuerdos también es corta,
dos o tres cuadros obsesivos:
un caballo y un niño galopando sobre la nada,
el cuerpo ciego de este mundo condenado antes de nacer.

Mi carga de deseos se achica con los años:
los barcos de plata están todos hundidos, para bien,
y del tren nocturno sólo guardo el grito
de unas ventanas como flechas bajo el cielo maravilloso.

En otro tiempo la eternidad traía sus voces:
eran los rostros humedecidos de una pasión sin forma
que buscaba la flor entera donde encarnar,
rostros y flores entre los que yo me buscaba, desde lejos.

Ahora la mañana se recuesta en mi brazo
y esta página es mi comienzo y mi fin.
Escribo contra la muerte: ya no hay lugar en mí
para todas las puertas que expulsan el paraíso.

Rafael Felipe Oteriño, La Plata, Argentina, 1945

lunes, 22 de noviembre de 2010

Juan Felipe Herrera


Habitante extranjero

He vivido aquí, en exilio, durante siete años.
Hubo un juicio.

No es que haya terminado en la nada.

Los papeles dicen que traté de atar un cable
al cuello de un dignatario. Me escapé.
Pero, ¿por qué les cuento esto?

Todos somos asesinos
que codician la calidez del castillo del joyero.
Vine a America.

Vivo en un cuarto de pensión,
subterráneo, con un robusto Ya Sabes Quién con su blanca piel,
y bajo la mirada severa y suspicaz de una abuela olvidada
al final del pasillo.

Paso la noche despierto oyendo el crepitar de la tostadora,
el chisporroteo del tomate con ajíes, el discurso del presidente
y en la FM, una vieja canción de Astrud Gilberto.

Escribo poemas y soplo anillos de humo.
Me estiro y palpo la cicatriz del lado izquierdo, bajo la camisa;
es mi esposa: suave, fina, muda, flotando en algún lugar
alrededor de mí, muy lejos.

Nadie obedece el calendario ni el reloj,
esos boquiabiertos y ruidosos verdugos
de nuestras maquinaciones más pequeñas y secretas.

Ya no. Andamos como el vapor de las velas,
enlazados solamente a nuestros propios susurros.

Escuchamos rumores sobre los escuadrones del suicidio,
una bomba en el supermercado Safeway, o en el puente Golden Gate.
Es raro, ahora que estoy aquí,
la calidez desaparece velozmente.
Ahora puedo decir esto.

¿Por qué hui a este lugar?
La guerra inevitablemente abre todas las puertas.
Mi gente, allá en el pueblo, debe saber esto.

Sólo unos pocos al frente de las barracas
todavía creen que la oscura tarde azul
nos va a escudar con una estrella.

Juan Felipe Herrera, California, Estados Unidos, 1948
traducción de Lisa R. Bradford y Fabián O. Iriarte
imagen: s/d



Foreign Inhabitant

I have lived here, in exile, for seven years.
There was a trial.

It didn’t come to nothing.

The papers said I tried to wrap a wire
arournd a dignatary’s neck. I escaped.
But why do I tell you this?

We are all assassins
coveting the warmth inside the jeweler’s castle.
I came to America.

I live in the middle of a commoner’s quarters,
underground, with a light-skinned and robust Joe Youknowho,
and the unforgiving squint from an abandoned grandmother
at the end of the hallway.

I stay uo at night hearing the crackle of the toaster,
the sizzle of tomato with peppers, the President’s speech
and on the FM, an old song by Astrud Gilberto.

I write poems and blow smoke rings.
I pull in and feel the scar beneath the left side of my shirt;
it is my wife: smooth, thin, silent, floating, somewhere
around me, far away.

No one obeys the calendar or the clock;
those very loud open-mouthed executioners
of our smallest and secret imaginings.

Not anymore. We go about like the vapor of candles,
attached only to our own whispers.

We hear about suicide squads;
a bomb in the Safeway supermarket or the Golden Gate.
It’s funny, now that I am here,
wamth disappears quickly.
Now, I can say this.

Why did I run here?
War inevitably opens all the doors.
My people back home must know this.

There are only a few at the front of the barracks,
that still believe in the dark blue evening
that will shield us with a star.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Dylan Thomas


Y la muerte no tendrá dominio

Y la muerte no tendrá dominio.
Los muertos desnudos serán uno
con el hombre bajo el viento y la luna del oeste;
cuandos sus huesos queden limpios y los huesos limpios
ya no estén, a los lados y los pies tendrán estrellas;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar resurgirán;
se perderán los amantes, no el amor;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Yaciendo bajo los vientos del mar
no morirán barridos;
retorciéndose en el potro cuando ceden los tendones,
amarrados a una rueda, no serán despedazados;
la fe se rasgará por la mitad entre sus manos
y los males unicornes habrán de atravesarlos;
separados los extremos, ellos no se partirán;
y la muerte no tendrá dominio.

Y la muerte no tendrá dominio.
Las gaviotas ya no pueden gritar en sus oídos
ni romper ruidosamente las olas en la playa;
donde una flor se mecía, ya no alza una flor
su cabeza a los golpes de la lluvia;
aunque esos sujetos estén locos y muertos para siempre,
sacarán la cabeza por las margaritas;
irrumpirán al sol hasta que el sol se apague,
y la muerte no tendrá dominio.

Dylan Thomas, Swansea, Gales, 1914-1953
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



And Death Shall Have No Dominion

And death shall have no dominion.
Dead men naked they shall be one
With the man in the wind and the west moon;
When their bones are picked clean and the clean bones gone,
They shall have stars at elbow and foot;
Though they go mad they shall be sane,
Though they sink through the sea they shall rise again;
Though lovers be lost love shall not;
And death shall have no dominion.

And death shall have no dominion.
Under the windings of the sea
They lying long shall not die windily;
Twisting on racks when sinews give way,
Strapped to a wheel, yet they shall not break;
Faith in their hands shall snap in two,
And the unicorn evils run them through;
Split all ends up they shan’t crack;
And death shall have no dominion.

And death shall have no dominion.
No more may gulls cry at their ears
Or waves break loud on the seashores;
Where blew a flower may a flower no more
Lift its head to the blows of the rain;
Though they be mad and dead as nails,
Heads of the characters hammer through daisies;
Break in the sun till the sun breaks down,
And death shall have no dominion.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Raúl González Tuñón


Muerte de Antonio Machado

Ya está en la tumba que le abrió la guerra,
Tajuñas, Tajos, Turias, Ebros, Dueros
tuercen sus milenarios derroteros
y hacia él van, encima de la tierra.

Y hacia él van, debajo de la Historia
y arriba de la Historia navegando
solemnes ríos que navegan cuando
tan breve vida vale tanta gloria.

Y hacia él van llorando los caminos,
y brisa niña de los olvivares
y las acequias y los tajamares
y la paloma azul de los molinos.

Frailes, logreros, la colina, el foso,
sollastres de mesón, oscuro arriero,
veleta gris y campesino fiero,
país de cal y piedra, oh, generoso.

Castilla de color suave o violento
cruda flor de la estepa castellana,
el libro, el sauce, el perro, la ventana
y en los pinares el rumor del viento.

Color verano de sutil cigarra
o color invernal de triste novia,
en Toledo ladrillo y en Segovia, rosado
y en Madrid rojo y pizarra.

Todo le llora, crece el desconsuelo,
mueren de pie los últimos soldados;
sus viejos ojos antes animados
que retratado han tanto desvelo,

miran crecer debajo de la tierra
el secreto del tiempo, la semilla
del héroe, la revancha de Castilla,
el corazón caliente de la guerra;

miran crecer aromo, mirto y parra
y entre los huesos la raíz del grito;
para su tumba campo de granito
y polvo de oro para su guitarra.

Raúl González Tuñón, Buenos Aires, Argentina, 1905-1974
imagen: Raúl González Tuñón, Antonio Machado

sábado, 13 de noviembre de 2010

Jonio González


faro vacío

y le dio órdenes relativas a mi suerte
—Jan Potocki

Dejémosle abandonar la casa
—Wilkie Collins

sólo mis ojos
para saber qué tierra es la que piso
para vengarme
de la memoria que me han dado

si reconozco
es una existencia ajena a mí

el poder
de quien transmite su dolor
a un inocente

Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954
radicado en Barcelona desde 1982
imagen: el autor en Amsterdam, 2007. Foto A. Abeldaño


cuerpo de náufrago

no existe peor tristeza
que la que pasa definitivamente
—Malcolm Lowry


la luz se oculta como un árbol
en el recodo estrecho de un río

y más que sombras
huidizos retornos de la sangre

¿pretender ese leve resplandor,
esa vida libre
de su desgarrado sueño?

me inclino ante el fruto de la noche:
el ojo violento del engaño

Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954


sobre un tema de Kavafis

ciega la palabra
detenida la fiebre
del poder perdido

ajena noche
ya no nos posees

los años galopan
sobre una vasta
orilla de torpeza

Jonio González, Buenos Aires, Argentina, 1954

lunes, 8 de noviembre de 2010

Oscar Wilde


Taedium Vitae

Herir mi juventud con puñales desesperados, usar
la librea chillona de esta época miserable,
dejar que cada mano vil hurte de mi tesoro,
enredar mi alma en el cabello de una mujer
y ser un mero lacayo de Fortuna — lo juro,
¡no me gusta! Esas cosas son menos para mí
que la delgada espuma que se agita en el mar,
menos que el vilano sin semilla
en el aire del estío: mejor estar apartado,
lejos de esos necios que difaman y se burlan de mi vida
sin conocerme, mejor el más humilde techo
que pueda albergar al labriego más modesto
antes que volver a esa estentórea cueva de disputas
donde mi alma blanca besó por vez primera la boca del pecado.

Oscar Wilde, Dublin, Irlanda, 1854 – París, Francia,1900
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


Taedium Vitae

To stab my youth with desperate knives, to wear
This paltry age’s gaudy livery,
To let each base hand filch my treasury,
To mesh my soul within a woman’s hair,
And be mere Fortune’s lackeyed groom, — I swear
I love it not! these things are less to me
Than the thin foam that frets upon the sea,
Less than the thistledown of summer air
Which hath no seed: better to stand aloof
Far from these slanderous fools who mock my life
Knowing me not, better the lowliest roof
Fit for the meanest hind to sojourn in,
Than to go back to that hoarse cave of strife
Where my white soul first kissed the mouth of sin.


E tenebris

¡Desciende, Oh Cristo, y ayúdame! extiende tu mano,
porque me estoy ahogando en un mar más borrascoso
que Simón en tu lago de Galilea:
el vino de la vida está derramado en la arena,
mi corazón es como una tierra asolada por la hambruna
de la que todo lo bueno ha desaparecido,
y bien sé que mi alma yacerá en el Infierno
si ante el trono de Dios esta noche comparezco.
“Él duerme quizás, o se fue de cacería,
como Baal, cuando sus profetas gritaron ese nombre
desde el alba al mediodía en el castigado monte Carmelo.”
No, tranquilo, antes de que anochezca veré
los pies de bronce, la túnica más blanca que el fuego,
las manos heridas, el exhausto rostro humano.

Oscar Wilde, Dublin, Irlanda, 1854 – París, Francia,1900
Versión © Gerardo Gambolini


E Tenebris

Come down, O Christ, and help me! reach thy hand,
For I am drowning in a stormier sea 
Than Simon on Thy lake of Galilee: 
The wine of life is spilt upon the sand,
My heart is as some famine-murdered land,
Whence all good things have perished utterly, 
And well I know my soul in Hell must lie 
If I this night before God’s throne should stand.
“He sleeps perchance, or rideth to the chase,
Like Baal, when his prophets howled that name
From morn to noon on Carmel’s smitten height.”
Nay, peace, I shall behold before the night,
The feet of brass, the robe more white than flame, 
The wounded hands, the weary human face.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Elizabeth Azcona Cranwell


Si el espacio es distancia

Quizá porque era invierno entonces
con persistencia de hojas concluidas
invierno no elegido
apenas un lugar para partir el vino
y entender esa zona baldía
entre el vértigo y toda permanencia.

Cualquier forma de hablar nos fue lejana
porque siempre ignoré tu despertar
caído desde un sueño mutable
tu despertar tan nuevo en la memoria
como es nuevo el amar
y otro el murmullo de la nieve
ahora que otra vez es invierno
en un pronto país desconocido
y hemos quedado a espaldas del amor.

Quizá porque mis manos son de muro
y me apartan de ti
manos libres que nunca quisieron apresarte
acaso aquel furor huyó
por la pared de vidrio entre mis dedos.
Qué incandescencia les faltó a los días
qué chasquido del sol, qué voluntad de noche
qué giro de la gracia entre las hojas?

O es que el amor es otro,
siempre lejos, muy otro
fuera de toda unión posible
y del silencio revelado?

Hablo para reconocernos.

Elizabeth Azcona Cranwell, Buenos Aires, Argentina, 1933-2004
imagen: Jeanne Hébuterne con sombrero y collar (1917), Amedeo Midigliani



La nostalgia

Hay un día en que las cosas son un hondo precipicio
conozco el rostro húmedo y las manos que nunca me abandonan
la noche que se abre
como un pueblo de alondrasdisperso en la tormenta.

Yo he escuchado a mi amor desde lejos en una lengua extraña
mientras la nostalgia murmuraba sus frases de curiosa hechicera
ella alargaba sus caricias en las ventanas del insomnio
como una huésped cuya mano asolaba el relámpago.

Porque ella no era el día
y tampoco era el ángel sediento de palabras
mi propia voz la nombra como a una desterrada
desabrigada madre, de pechos dulcemente vacíos.

Más allá de la noche donde se enciende la ternura
más allá de la calle donde el viento deshace la forma de los pasos
sé que hay un país nuevo, cansado de las sombras.

Una música fija
un tiempo de colores intensos como dioses desnudos.

Pero mi corazón sigue clavado parta siempre en los sitios imposibles.

Elizabeth Azcona Cranwell, Buenos Aires, Argentina, 1933-2004