miércoles, 17 de noviembre de 2010

Raúl González Tuñón


Muerte de Antonio Machado

Ya está en la tumba que le abrió la guerra,
Tajuñas, Tajos, Turias, Ebros, Dueros
tuercen sus milenarios derroteros
y hacia él van, encima de la tierra.

Y hacia él van, debajo de la Historia
y arriba de la Historia navegando
solemnes ríos que navegan cuando
tan breve vida vale tanta gloria.

Y hacia él van llorando los caminos,
y brisa niña de los olvivares
y las acequias y los tajamares
y la paloma azul de los molinos.

Frailes, logreros, la colina, el foso,
sollastres de mesón, oscuro arriero,
veleta gris y campesino fiero,
país de cal y piedra, oh, generoso.

Castilla de color suave o violento
cruda flor de la estepa castellana,
el libro, el sauce, el perro, la ventana
y en los pinares el rumor del viento.

Color verano de sutil cigarra
o color invernal de triste novia,
en Toledo ladrillo y en Segovia, rosado
y en Madrid rojo y pizarra.

Todo le llora, crece el desconsuelo,
mueren de pie los últimos soldados;
sus viejos ojos antes animados
que retratado han tanto desvelo,

miran crecer debajo de la tierra
el secreto del tiempo, la semilla
del héroe, la revancha de Castilla,
el corazón caliente de la guerra;

miran crecer aromo, mirto y parra
y entre los huesos la raíz del grito;
para su tumba campo de granito
y polvo de oro para su guitarra.

Raúl González Tuñón, Buenos Aires, Argentina, 1905-1974
imagen: Raúl González Tuñón, Antonio Machado

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