martes, 7 de diciembre de 2010

Richard Wilbur


La escritora

En su cuarto, en la proa de la casa,
donde rompe la luz y las ventanas se sacuden con el tilo,
mi hija escribe un cuento.

Me detengo en la escalera, escuchando
un barullo de teclas por su puerta cerrada,
como una cadena jalada por una borda.

Joven como es, la materia
de su vida es una carga importante, y parte de ella es pesada:
yo le deseo un viaje venturoso.

Pero ahora es ella quien se detiene,
como si rechazara mi idea y su figura liviana.
Crece un silencio, en el que la casa entera

parece estar pensando,
y entonces ella sigue, con un apiñado
alboroto de golpes, y hace silencio de nuevo.

Recuerdo el estornino ofuscado
que quedó atrapado en ese mismo cuarto, hace dos años;
recuerdo que entramos furtivamente, abrimos una ventana

y nos fuimos, para no asustarlo, y que
durante una hora impotente, por la rendija de la puerta,
vimos a la elegante, salvaje, oscura

e iridiscente criatura
golpear contra el resplandor, caer como un guante
al piso duro, o la tapa del escritorio,

y esperar entonces, encorvada y ensangrentada,
la inteligencia para volver a intentarlo, y recuerdo cómo
se levantó nuestro ánimo cuando, súbitamente segura,

despegó del respaldo de una silla
trazando un rumbo tranquilo hasta la ventana correcta
y franqueando el alféizar del mundo.

Es siempre, cariño, una cuestión
de vida o muerte, como lo había olvidado. Te deseo
lo que antes te deseé, pero más fuerte.

Richard Wilbur, New York, Estados Unidos, 1921
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d

The Writer

In her room at the prow of the house
Where light breaks, and the windows are tossed with linden,
My daughter is writing a story.

I pause in the stairwell, hearing
From her shut door a commotion of typewriter-keys
Like a chain hauled over a gunwale.

Young as she is, the stuff
Of her life is a great cargo, and some of it heavy:
I wish her a lucky passage.

But now it is she who pauses,
As if to reject my thought and its easy figure.
A stillness greatens, in which

The whole house seems to be thinking,
And then she is at it again with a bunched clamor
Of strokes, and again is silent.

I remember the dazed starling
Which was trapped in that very room, two years ago;
How we stole in, lifted a sash

And retreated, not to affright it;
And how for a helpless hour, through the crack of the door,
We watched the sleek, wild, dark

And iridescent creature
Batter against the brilliance, drop like a glove
To the hard floor, or the desk-top,

And wait then, humped and bloody,
For the wits to try it again; and how our spirits
Rose when, suddenly sure,

It lifted off from a chair-back,
Beating a smooth course for the right window
And clearing the sill of the world.

It is always a matter, my darling,
Of life or death, as I had forgotten. I wish
What I wished you before, but harder.

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