lunes, 21 de marzo de 2011

Gerardo Gambolini

Agua a los sedientos
Todas las gentes lo vieron desnudo y, como sabían que el que
no viera la tela era por no ser hijo de su padre, creyendo
cada uno que, aunque él no la veía, los demás sí, por miedo
a perder la honra, permanecieron callados y ninguno se atrevió
a descubrir aquel secreto.
—Don Juan Manuel, El conde Lucanor

Chance el Jardinero: Primero vienen la primavera y el verano,
pero después tenemos el otoño y el invierno. Y después tenemos
la primavera y el verano otra vez. [...]
Presidente: Admiro su sólido sentido común.

Mi nombre es legión, porque somos muchos.
—Marcos, 5:9

La vida le parecía prodigiosamente larga.
—Virginia Woolf, Orlando

“Nos dijo sí, no dijo nada más,
nos quiso decir sé lo que hago, confíen,
no me pregunten por el modo, los detalles,
el mar se partirá y en todas partes
habrá señales, las calles serán avenidas,
la escarcha abundará el desierto,
los vientos esparcerán venganzas y la langosta
revelará verdades y por fin
seremos —
fue un discurso brillante.
Parecía más alto, más esbelto,
estaba hermosa y nos habló durante horas
sin leer, fue increíble, sin leer —
quien puede hablar sin leer puede hacer todo,
despeñar a los demonios, darnos la lluvia,
enseñar la tierra prometida. Una nación
de pares, de nombres destronados.
Nosotros sólo somos doctores, escribas, terrenos.
Necesitamos pensar. Ella habla sin leer.
Es increíble.”

Gerardo Gambolini, Buenos Aires, Argentina, 1955
imagen: detalle de La Creación, de Miguel Ángel


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