miércoles, 21 de septiembre de 2011

Henriqueta Lisboa // Mario Quintana





La muerte es limpia.
Cruel pero limpia.

Con sus delantales de lino
– criada – friega los vidrios.
Tiene puños ágiles y esponjas.
Abre las ventanas, el aire se precipita,
inaugural, dentro de las salas.
Había huellas digitales en los muebles,
motas de polvo en la rendija de las cerraduras.

Pero todo volvió a ser como antes de la carne
y su desorden.

Henriqueta Lisboa, Brasil, 1901-1985
Versión © Gerardo Gambolini


Restauradora

A morte é limpa.
Cruel mas limpa.

Com seus aventais de linho
— fâmula — esfrega as vidraças.
Tem punhos ágeis e esponjas.
Abre as janelas, o ar precipita-se
inaugural para dentro das salas.
Havia impressões digitais nos móveis,
grãos de poeira no interstício das fechaduras.

Porém tudo voltou a ser como antes da carne
e sua desordem.



El peregrino descontento

Íbamos de caminata. El santo y yo.
En ese tiempo se decía: íbamos de alejada...
Y eso lo explicaba todo, porque viajábamos lejos, lejos...
Íbamos, pues, el santo, yo, y otros.
Era un santo tan frívolo que vivía haciendo milagros.
Yo, nada...
Resucitó una flor marchita y un niño muerto
y transformó una piedra, al borde del camino,
en una flor de loto.
(¿Por qué una flor de loto?)
Un día llegamos al fin de la peregrinación.
Dios, entonces,
decidió mostrar que él también sabía hacer milagros:
¡el santo desapareció!
¿Pero cómo? ¡No sé! Desapareció, allí mismo, delante de nuestros ojos que la tierra ya se comió.
Y nosotros nos postramos en tierra y adoramos al señor Dios todopoderoso.
Y nos fue concedida la vida eterna: ¡esto!
Dios es así.

Mario Quintana, Brasil, 1906-1994
Versión © Gerardo Gambolini


O peregrino malcontente

Íamos de caminhada. O santo e eu.
Naquele tempo dizia-se: íamos de longada...
E isso explicava tudo, porque longa, longa era a viagem...
Íamos, pois, o santo, eu, e outros.
Ele era um santo tão fútil que vivia fazendo milagres.
Eu, nada...
Ele ressuscitou uma flor murcha e uma criança morta
E transformou uma pedra, na beira da estrada,
Em flor de lótus.
(Por que flor de lótus?)
Uma dia chegamos ao fim da peregrinação.
Deus, então,
Resolveu mostrar que também sabia fazer milagres:
O santo desapareceu!
Mas como? Não sei! desapareceu, bem ali, diante dos nossos olhos que a terra já comeu!
E nós nos prostramos por terra e adoramos ao Senhor Deus todo-poderoso
E foi-nos concedida a vida eterna: isto!
Deus é assim.



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