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sábado, 17 de noviembre de 2012

Fernando Pessoa






Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
Donde quiera que estemos.
Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
Donde quiera que vivamos, todo es ajeno
Y no habla nuestra lengua.
Hagamos de nosotros el retiro
Donde escondernos, temerosos del insulto
Del tumulto del mundo.
¿Qué más quiere el amor que no ser de los otros?
Como un secreto dicho en los misterios,
Sea sagrado por nuestro.


Lídia, ignoramos...

Lídia, ignoramos. Somos estrangeiros
Onde que quer que estejamos.
Lídia, ignoramos. Somos estrangeiros
Onde quer que moremos, tudo é alheio
Nem fala língua nossa.
Façamos de nós mesmos o retiro
Onde esconder-nos, tímidos do insulto
Do tumulto do mundo.
Que quer o amor mais que não ser dos outros?
Como um segredo dito nos mistérios,
Seja sacro por nosso.



No tengas nada en las manos...

No tengas nada en las manos
Ni un recuerdo en el alma,

Que cuando te pongan
El último óbolo en las palmas

Al abrirte las manos
Nada se te caerá.

¿Qué trono te quieren dar
Que Átropos no te quite?

¿Qué laureles que no se marchiten
En los arbitrios de Minos?

Qué horas que no te vuelvan
De la talla de la sombra

Qué serás cuando estés
En la noche y al fin del camino

Recoge las flores pero suéltalas apenas
las hayas mirado.

Siéntate al sol. Abdica
Y sé rey de ti mismo.


Não tenhas nada nas mãos...

Não tenhas nada nas mãos
Nem uma memória na alma,

Que quando te puserem
Nas mãos o óbolo último,

Ao abrirem-te as mãos
Nada te cairá.

Que trono te querem dar
Que Átropos to não tire?

Que louros que não fanem
Nos arbítrios de Minos?

Que horas que te não tornem
Da estatura da sombra

Que serás quando fores
Na noite e ao fim da estrada.

Colhe as flores mas larga-as
Das mãos mal as olhaste.

Senta-te ao sol. Abdica
E sê rei de ti próprio.




Fernando Pessoa, Lisboa, Portugal, 1888-1935
imagen: Átropos cortando el hilo de la vida - fuente: Wikipedia 

Versiones © Gerardo Gambolini


viernes, 3 de febrero de 2012

Fernando Pessoa // Alberto Caeiro




XXXIX

¿El misterio de las cosas, dónde está?
¿Dónde está que no aparece
Por lo menos a mostrarnos que es misterio?
¿Qué sabe el río de eso y qué sabe el árbol?
¿ Y yo, que no soy más que ellos, qué sé de eso?
Siempre miro las cosas y pienso en lo que
    los hombres piensan de ellas,
Río como un arroyo que suena fresco entre las
    piedras.

Porque el único sentido oculto de las cosas
Es que no tienen ningún senido oculto,
Es más extraño que todas las extrañezas
Y que los sueños de todos los poetas
Y los pensamientos de todos los filósofos,
Que las cosas sean realmene lo que parecen ser
Y no haya nada que comprender.

Sí, es lo que mis sentidos aprendieron solos:
Las cosas no tienen significado: tienen existencia.
Las cosas son el único sentido oculto de las cosas.


Fernando Pessoa, Lisboa, 1888-1935
De El pastor [como Alberto Caeiro]
Fernando Pessoa, Poemas, Ed. Fabril, Bs. As., 1972
Traducción de Rodolfo Alonso
imagen: Fernando Pessoa, pintura de Hermenegildo Sábat


XXXIX

O mistério das coisas, onde está ele?
Onde está ele que não aparece
Pelo menos a mostrar-nos que é mistério?
Que sabe o rio e que sabe a árvore
E eu, que não sou mais do que eles, que sei disso?
Sempre que olho para as coisas e penso no que os homens pensam delas,
Rio como um regato que soa fresco numa pedra.

Porque o único sentido oculto das coisas
É elas não terem sentido oculto nenhum,
É mais estranho do que todas as estranhezas
E do que os sonhos de todos os poetas
E os pensamentos de todos os filósofos,
Que as coisas sejam realmente o que parecem ser
E não haja nada que compreender.

Sim, eis o que os meus sentidos aprenderam sozinhos: —
As coisas não têm significação: têm existência.
As coisas são o único sentido oculto das coisas.


sábado, 19 de noviembre de 2011

Sophia de Mello Breyner Andresen




En el punto

En el punto donde silencio y soledad
Se cruzan con la noche y con el frío,
Esperé como quien espera en vano,
Tan nítido y preciso era el vacío.

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión de Diana Bellessi
imagen: s/d



No ponto onde o silêncio

No ponto onde o silêncio e a solidão
Se cruzam com a noite e com o frio,
Esperei como quem espera em vão,
Tão nítido e preciso era o vazio.



Regreso

Quién cantará vuestro regreso muerto
qué lágrimas qué grito han de decir
la desilusión y el peso en vuestro cuerpo.

Portugal tan cansado de morir
sin interrupción y lentamente
mientras el viento viene del mar.

¿Quiénes son los vencedores de esta agonía?
¿Quiénes los señores sombríos de esta noche
donde se pierde muere y se desvía
la antigua línea clara y creadora
de nuestro rostro vuelto hacia el día?

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión © Gerardo Gambolini



Regresso

Quem cantará vosso regresso morto
Que lágrimas que grito hão-de dizer
A desilusão e o peso em vosso corpo.

Portugal tão cansado de morrer
Ininterruptamente e devagar
Enquanto o vento vem do mar.

Quem são os vencedores desta agonia?
Quem os senhores sombrios desta noite
Onde se perde morre e se desvia
A antiga linha clara e criadora
Do nosso rosto voltado para o dia?



Mediodía

Mediodía. Un rincón de playa sin nadie.
El sol en lo alto, denso, enorme, abierto,
volvió el cielo por completo el dios desierto.
La luz cae implacable como un castigo.
No hay fantasmas ni hay almas,
y el mar inmenso, antiguo y solitario,
parece batir palmas.

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión © Gerardo Gambolini



Meio-dia

Meio-dia. Um canto da praia sem ninguém.
O sol no alto, fundo, enorme, aberto,
Tornou o céu de todo o deus deserto.
A luz cai implacável como um castigo.
Não há fantasmas nem almas,
E o mar imenso solitário e antigo
Parece bater palmas.



Instante

Déjame limpio
el aire de los cuartos
y liso
el blanco de las paredes
déjame con las cosas
fundadas en el silencio.

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión © Gerardo Gambolini



Instante

Deixai-me limpo
O ar dos quartos
E liso
O branco das paredes
Deixai-me com as coisas
Fundadas no silêncio

martes, 8 de noviembre de 2011

Fernando Pessoa





No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe quién es
(y si supieran quién es, ¿qué sabrían?),
dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
con el misterio de las cosas por debajo de las piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y cabellos blancos en los hombres.
Con el Destino conduciendo la carroza de todo por el camino de nada.

Estoy vencido hoy, como si supiera la verdad.
Estoy lúcido hoy, como si fuera a morir
y no tuviese más hermandad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la fila de vagones de un tren, y un silbato anunciando la partida 
en mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos al partir.

Estoy perplejo hoy, como quien pensó y halló y olvidó.
Estoy dividido hoy entre la lealtad que le debo
a la Tabaquería de la vereda de enfrente, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fracasé en todo.
Como no me hice propósito alguno, tal vez todo fuera nada.
Bajé de la enseñanza que me dieron
por la ventana del fondo de casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero allí sólo encontré árboles y pasto,
y cuando había gente era igual a la otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Qué sé yo lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa, que no puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se ven en sueños genios como yo,
y la historia no registrará, ¿quién sabe?, ni a uno,
ni habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos perdidos con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿ soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuantas buhardillas y no-buhardillas del mundo
no hay genios-para-sí-mismos soñando en este momento?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
—sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
y quién sabe si realizables,
no verán nunca la luz del sol real ni encontrarán oídos entre la gente?
EI mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más que lo que soñó Napoleón.
He apretado al pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he hecho en secreto filosofías que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
siempre seré el que no nació para eso;
siempre seré sólo el que tenía condiciones;
siempre seré el que esperó que le abriesen la puerta delante de una pared sin puerta
y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Derrámeme la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que me descubre el cabello,
y el resto que venga si viniere, o tuviere que venir, o que no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de levantarnos de la cama;
pero despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es toda la tierra,
más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(¡Come chocolates, pequeña,
come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que los chocolates.
Mira que las religiones todas no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Ojalá pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que los comes!
Pero yo pienso y, al quitar el papel plateado, que es de estaño,
tiro todo al suelo, como he tirado la vida.)

Pero al menos queda la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido a lo Imposible.
Pero al menos me dedico a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble al menos en el gesto generoso con que arrojo
la ropa sucia que soy, sin orden, al curso de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú, que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como estatua que fuera viva,
o Patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y vivaz,
o marquesa del siglo dieciocho, escotada y lejana,
o cocotte célebre del tiempo de nuestros padres,
o no sé qué moderno —no imagino bien qué—
todo eso, sea lo que fuere, que seas, ¡si puede inspirar que inspire!
Mi corazón es un balde vaciado.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Me acerco a la ventana y veo la calle con absoluta nitidez.
Veo las tiendas, veo las veredas, veo los coches que pasan,
veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al destierro,
y todo esto me es extraño, como todo.)

Viví, estudié, amé y hasta creí,
y hoy no hay un mendigo al que no envidie sólo por no ser yo.
Le miro a cada uno los andrajos y las llagas y la mentira,
y pienso: tal vez nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni creído
(porque es posible fingir la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
tal vez exististe apenas, como un lagarto al que le cortan la cola
y que es cola antes que lagarto confusamente.

Hice de mí lo que no supe
y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El disfraz que me puse era incorrecto.
Entonces me tomaron por quien no era y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando me quise quitar la máscara,
estaba pegada a la cara.
Cuando me la arranqué y me vi en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba ebrio, ya no sabía llevar el disfraz que no me había quitado.
Tiré la máscara y dormí en el guardarropas
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
cuánto quisiera descubrirme como algo que yo hiciese
y no quedara siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente,
pisoteando la conciencia de estar existiendo,
como una alfombra en la que un ebrio tropieza
o un felpudo que los gitanos robaron y que no valía nada.

Pero el Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta y se quedó en la puerta.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza torcida
y con la incomodidad del alma que entiende mal.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el letrero, yo dejaré los versos.
A cierta altura también morirá el letrero, y los versos también.
Después de cierta altura morirá la calle donde estuvo el letrero,
y la lengua en que fueron escritos los versos.
Después morirá el planeta girante en que se dio todo esto.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como gente
seguirá haciendo cosas como versos y viviendo debajo de cosas como letreros,

siempre una cosa enfrente de la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño de misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.

Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿a comprar tabaco?),
y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me enderezo a medias enérgico, convencido, humano,
y voy a tratar de escribir estos versos en que digo lo contrario.

Enciendo un cigarrillo al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarrillo la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia,
y disfruto, en un momento sensitivo y adecuado,
la liberación de todas las especulaciones
y el saber que la metafísica es una consecuencia de estar indispuesto.

Después me echo hacia atrás en la silla
y sigo fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, seguiré fumando.

(Si me casara con la hija de mi lavandera tal vez sería feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (metiéndose el cambio en el bolsillo de los pantalones?).
Ah, lo conozco: es Esteves, sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería se asomó a la puerta.)
Como por un instinto divino, Esteves se dio vuelta y me vio.
Me saludó con la mano, ¡Adiós Esteves!, le grité, y el universo
se me reconstruyó sin ideal ni esperanza, y el Dueño de la Tabaquería sonrió.


Fernando Pessoa, Lisboa, 1888-1935 
Versión © Gerardo Gambolini

martes, 18 de octubre de 2011

Sophia de Mello Breyner Andresen





Mi vida había tomado la forma de la placita
Aquel otoño en que tu muerte se organizaba meticulosamente
Yo me aferraba a la plaza, porque tú amabas
La humanidad humilde y nostálgica de las tiendas
Donde los empleados doblan y desdoblan cintas y telas
Trataba de ser tú porque tú ibas a morir
Y la vida entera dejaba allí de ser la mía
Trataba de sonreír como tú les sonreías
Al vendedor de periódicos al vendedor de tabaco
Y a la mujer sin piernas que vendía violetas
Le pedía a la mujer sin piernas que rezara por ti
Encendía velas en todos los altares
De las iglesias que hay al costado de esta plaza
Pues apenas abrí los ojos y vi fue para leer
La vocación de lo eterno escrita en tu rostro
Yo les pedía a las calles a los sitios a la gente
Que fueron testigos de tu rostro
Que te llamaran que deshicieran
El tejido que la muerte entrelazaba en ti

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


A pequena praça

A minha vida tinha tomado a forma da pequena praça
Naquele outono em que a tua morte se organizava meticulosamente
Eu agarrava-me à praça porque tu amavas
A humanidade humilde e nostálgica das pequenas lojas
Onde os caixeiros dobram e desdobram fitas e fazendas
Eu procurava tornar-me tu porque tu ias morrer
E a vida toda deixava ali de ser a minha
Eu procurava sorrir como tu sorrias
Ao vendedor de jornais ao vendedor de tabaco
E à mulher sem pernas que vendia violetas
Eu pedia à mulher sem pernas que rezasse por ti
Eu acendia velas em todos os altares
Das igrejas que ficam no canto desta praça
Pois mal abri os olhos e vi foi para ler
A vocação do eterno escrita no teu rosto
Eu convocava as ruas os lugares as gentes
Que foram testemunhas do teu rosto
Para que eles te chamassem para que eles desfizessem
O tecido que a morte entrelaçava em ti



Bajo el peso nocturno del cabello
O bajo la luna diurna de tu hombro
Busqué el orden intacto del mundo
La palabra no escuchada

Largamente bajo el fuego o bajo el vidrio
Busqué en tu rostro
La revelación de dioses que no conozco

Pero pasaste a través de mí
Como pasamos a través de la sombra.

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión de Diana Bellessi


Antinoo

Sob o peso nocturno dos cabelos
Ou sob a lua diurna do teu ombro
Procurei a ordem intacta do mundo
A palavra não ouvida

Longamente sob o fogo ou sob o vidro
Procurei no teu rosto
A revelação dos deuses que não sei

Porém passaste através de mim
Como passamos através da sombra



Éste es el círculo que trazo alrededor de tu cuerpo amado y perdido
Para que cercada seas mía

Éste es el canto de amor con que te hablo
Para que escuchando seas mía

Éste es el poema -engaño de tu rostro
Donde busco la abolición de la muerte.

Sophia de Mello Breyner Andresen, Portugal, 1919-2004
Versión de Diana Bellessi


Eurydice

Este é o traço em redor do teu corpo amado e perdido
Para que cercada sejas minha

Este é o canto do amor em que te falo
Para que escutando sejas minha

Este é o poema – engano do teu rosto
No qual busco a abolição da morte.

sábado, 15 de octubre de 2011

Fernando Pessoa






Hay dolencias peores que las dolencias,
hay dolores que no duelen, ni en el alma
pero que son dolorosos más que los otros.
Hay angustias soñadas más reales
que las que la vida nos trae, hay sensaciones
sentidas sólo con imaginarlas
que son más nuestras que la propia vida.
Hay tanta cosa que sin existir,
existe, existe demoradamente,
y demoradamente es nuestra y nosotros...
Por sobre el verde turbio del amplio río
los circunflejos blancos de las gaviotas...
Por sobre el alma el agitar inútil
de lo que no fue, ni puede ser, y es todo.

Dame más vino, porque la vida es nada.

Fernando Pessoa, Lisboa, Portugal, 1888-1935
Traducción: Miguel Ángel Sepúlveda Espinoza
imagen: Pessoa, dibujo de Almada Negreiros


Há doenças piores que as doenças

Há doenças piores que as doenças,
Há dores que não doem, nen na alma
Mas que são dolorosas mais que as outras.
Há angústias sonhadas mais reais
Que as que a vida nos traz, há sensações
Sentidas só com imaginá-las
Que são mais nossas do que a própria vida.
Há tanta coisa que, sem existir,
Existe, existe demoradamente,
E demoradamente é nossa e nós...
Por sobre o verde turvo do amplo rio
Os circunflexos brancos das gaviotas...
Por sobre a alma o adejar inútil
Do que não foi, nem pode ser, e étudo.

Dá-me mais vinho, porque a vida é nada.


Todo me cansa, hasta lo que no me cansa. Mi alegría es tan dolorosa como mi dolor. Quien me diera ser un niño poniendo barcos de papel en un estanque de la quinta, con un dosel rústico de redes de parral poniendo ajedreces de luz y sombra verde en los reflejos sombríos de la poca agua.

Entre yo y la vida hay un vidrio tenue. Por más nítidamente que yo vea y
comprenda la vida, yo no la puedo tocar.

¿Razonar mi tristeza? ¿Para qué, si el raciocinio es un esfuerzo? Y quien está triste no puede esforzarse. Ni siquiera abdico de aquellos gestos banales de la vida de los que yo tanto querría abdicar. Abdicar es un esfuerzo, y yo no poseo el alma con que esforzarme.

¡Cuántas veces me aflige no ser el accionador de aquel coche, el conductor de aquel tren! ¡cualquier banal Otro supuesto cuya vida, por no ser mía, deliciosamente me
penetra para que yo la quiera y se me finge ajena!

Yo no tendría el horror a la vida como a una Cosa. La noción de la vida como un Todo no me aplastaría los hombros del pensamiento.

Mis sueños son un refugio estúpido, como un paraguas contra un rayo.

Soy tan inerte, tan pobrecito, tan falto de gestos y de actos. Por más que por mí me interne, todos los atajos de mi sueño van a dar a claridades de angustia.

Incluso yo, el que sueña tanto, tengo intervalos en los que el sueño me huye. Entonces las cosas me parecen nítidas. Se desvanece la neblina en la que me cerco. Y todas las aristas visibles hieren la carne de mi alma. Todas las durezas miradas me duele saberlas durezas. Todos los pesos visibles de objetos me pesan por dentro del alma.

La vida es como si me golpeasen con ella.

Fernando Pessoa, Lisboa, Portugal, 1888-1935
Fragmento de El libro del desasosiego
tomado de la red - sin mención del traductor
[se agradecerá el aporte de ese dato]


Intervalo doloroso

Tudo me cansa, mesmo o que não me cansa. A minha alegria é tão dolorosa como a minha dor.

Quem me dera ser uma criança pondo barcos de papel num tanque de quinta, com um dossel rústico de entrelaçamentos de parreira pondo xadrezes de luz e sombra verde nos reflexos sombrios da pouca água.

Entre mim e a vida há um vidro ténue. Por mais nitidamente que eu veja e compreenda a vida, eu não posso lhe tocar.

Raciocinar a minha tristeza? Para quê, se o raciocínio é um esforço? e quem é triste não pode esforçar-se. Nem mesmo abdico daqueles gestos banais da vida de que eu tanto quereria abdicar. Abdicar é um esforço, e eu não possuo o de alma com que esforçar-me.

Quantas vezes me punge o não ser o manobrante daquele carro, o cocheiro daquele trem! qualquer banal Outro suposto cuja vida, por não ser minha, deliciosamente se me penetra de eu querê-la e se me penetra até de alheia! Eu não teria o horror à vida como a uma Coisa. A noção da vida como um Todo não me esmagaria os ombros do pensamento.

Os meus sonhos são um refúgio estúpido, como um guarda chuva contra um raio.

Sou tão inerte, tão pobrezinho, tão falho de gestos e actos.

Por mais que por mim me embrenhe, todos os atalhos do meu sonho vão dar a clareiras de angústia.

Mesmo eu , o que sonha tanto, tenho intervalos em que o sonho me foge. Então as coisas aparecem-me nítidas. Esvai-se a névoa de quem me cerco. E todas as arestas visíveis ferem a carne da minha alma. Todas as durezas olhadas me magoam o conhêce-las durezas. Todos os pesos visíveis de objectos me pesam por a alma dentro.

A minha vida é como se me batessem com ela.

martes, 28 de diciembre de 2010

Fernando Pessoa


En la noche terrible, sustancia natural de todas las noches...

En la noche terrible, sustancia natural de todas las noches,
En la noche de insomnio, sustancia natural de todas mis noches,
Recuerdo, velando en modorra incómoda,
Recuerdo lo que hice y lo que podía haber hecho en la vida.
Recuerdo, y una angustia
Se derrama por mí como un frío del cuerpo o un miedo.
Lo irreparable de mi pasado: ¡ése es el cadáver!
Todos los otros cadáveres quizá sean ilusiones.
Todos los muertos quizá estén vivos en otra parte.
Todos mis propios momentos pasados quizá existan por ahí,
En la ilusión del espacio y del tiempo,
En la falsedad del devenir.
Pero lo que yo no fui, lo que no hice, lo que ni siquiera soñe;
Lo que sólo ahora veo que debería haber hecho,
Lo que sólo ahora claramente veo que debería haber sido...
Es lo que está muerto más allá de todos los Dioses,
Eso —y fue al fin lo mejor de mí— es lo que ni los Dioses hacen vivir...

Si a cierta altura
Hubiese doblado hacia la izquierda en lugar de hacia la derecha;
Si a cierta altura
Hubiese dicho sí en lugar de no, o no en lugar de sí;
Si en cierta conversación
Hubiese tenido las frases que sólo ahora, en el entresueño, elaboro...
Si todo eso hubiese sido así,
Sería otro hoy, y tal vez el universo entero
Sería llevado insensiblemente a ser otro también,

Pero no doblé hacia el lado irreparablemente perdido,
No doblé ni pensé en doblar, y sólo ahora lo percibo;
Pero no dije no o no dije sí, y sólo ahora veo lo que no dije;
Pero las frases que faltó decir en ese momento me surgen todas,
Claras, inevitables, naturales,
La conversación cerrada concluyente,
La materia toda resuelta...
Pero sólo ahora lo que nunca fue, ni será hacia atrás, me duele.

Lo que de veras fallé no tiene ninguna esperanza
En ningún sistema metasfísico.
Puede ser que para otro mundo pueda llevar lo que soñé,
¿Pero podré llevar para otro mundo lo que me olvidé de soñar?
Esos sí, los sueños por tener, son el cadáver.
Lo entierro en mi corazón para siempre, para todo el tiempo, para todos los universos.

Esta noche donde no duermo, y el sosiego me cerca
Como una verdad de la que no participo,
Y allá fuera la luna, como una esperanza que no tengo,
es invisible para mí.

Fernando Pessoa, Lisboa, 1888-1935
Fernando Pessoa, Poemas, Ed. Fabril, Bs. As., 1972
Traducción de Rodolfo Alonso
imagen: Retrato de Pessoa por J. L. Roth



Na noite terrível, substância natural de todas as noites,
Na noite de insónia, substância natural de todas as minhas noites,
Relembro, velando em modorra incómoda,
Relembro o que fiz e o que podia ter feito na vida.
Relembro, e uma angústia
Espalha-se por mim todo como um frio do corpo ou um medo.
O irreparável do meu passado — esse é que é o cadáver!
Todos os outros cadáveres pode ser que sejam ilusão.
Todos os mortos pode ser que sejam vivos noutra parte.
Todos os meus próprios momentos passados pode ser que existam algures,
Na ilusão do espaço e do tempo,
Na falsidade do decorrer.
Mas o que eu não fui, o que eu não fiz, o que nem sequer sonhei;
O que só agora vejo que deveria ter feito,
O que só agora claramente vejo que deveria ter sido —
Isso é que é morto para além de todos os Deuses,
Isso — e foi afinal o melhor de mim — é que nem os Deuses fazem viver…

Se em certa altura
Tivesse voltado para a esquerda em vez de para a direita;
Se em certo momento
Tivesse dito sim em vez de não, ou não em vez de sim;
Se em certa conversa
Tivesse tido as frases que só agora, no meio-sono, elaboro —
Se tudo isso tivesse sido assim,
Seria outro hoje, e talvez o universo inteiro
Seria insensivelmente levado a ser outro também.

Mas não virei para o lado irreparavelmente perdido,
Não virei nem pensei em virar, e só agora o percebo;
Mas não disse não ou não disse sim, e só agora vejo o que não disse;
Mas as frases que faltou dizer nesse momento surgem-me todas,
Claras, inevitáveis, naturais,
A conversa fechada concludentemente,
A matéria toda resolvida…
Mas só agora o que nunca foi, nem será para trás, me dói.

O que falhei deveras não tem esperança nenhuma
Em sistema metafísico nenhum.
Pode ser que para outro mundo eu possa levar o que sonhei.
Mas poderei eu levar para outro mundo o que me esqueci de sonhar?
Esses sim, os sonhos por haver, é que são o cadáver.
Enterro-o no meu coração para sempre, para todo o tempo, para todos os universos.
Nesta noite em que não durmo, e o sossego me cerca
Como uma verdade de que não partilho,
E lá fora o luar, como a esperança que não tenho, é invisível p’ra mim.

miércoles, 14 de abril de 2010

Fernando Pessoa


Si yo muriera joven...

Si yo muriera joven,
Sin poder publicar libro alguno,
Sin ver la cara que tienen mis versos en letra impresa,
Pido que, si se quisiesen molestar por mi causa,
No se molesten.
Si así ocurrió, así es verdad.

Aunque mis versos nunca sean impresos
Tendrán su propia belleza, si fueran bellos.
Pero no pueden ser bellos y quedar por imprimir,
Porque las raíces pueden estar bajo la tierra
Pero las flores florecen al aire libre y a la vista.
Tiene que ser así por fuerza. Nada puede impedirlo.

Si yo muriera joven, oigan esto:
Nunca fui sino una criatura que jugaba.
Fui gentil como el sol y el agua,
De una religión universal que sólo los hombres no conocen.
Fui feliz porque no pedí ninguna cosa,
no procuré hallar nada,
Ni hallé que hubiese más explicación
Que la de que la palabra explicación no tiene ningún sentido.

No deseé sino estar al sol o a la lluvia,
Al sol cuando había sol
Y a la lluvia cuando estaba lloviendo
(Y nunca la otra cosa)
Sentir calor y frío y viento,
Y no ir más lejos.

Una vez amé, pensé que me amarían,
Pero no fui amado
Pero no fui amado por la única gran razón:
Porque no tenía que ser.
Me consolé volviendo al sol y a la lluvia,
Y sentándome otra vez en la puerta de casa.
Los campos, al fin, no son tan verdes para los que son amados
Como para los que no lo son.
Sentir es estar distraído.

Fernando Pessoa, Lisboa, 1888-1935
Fernando Pessoa, Poemas, Ed. Fabril, Bs. As., 1972
Traducción de Rodolfo Alonso
imagen: s/d


Tan pronto pasa todo lo que pasa...

¡Tan pronto pasa todo lo que pasa!
¡Muere tan joven ante los dioses cuanto Muere!
¡Todo es tan poco!
Nada se sabe, todo se imagina.
Circúndate de rosas, ama, bebe.
Y calla. El resto es nada.

Fernando Pessoa, Lisboa, 1888-1935
Fernando Pessoa, Poemas, Ed. Fabril, Bs. As., 1972
Traducción de Rodolfo Alonso

sábado, 16 de enero de 2010

Fernando Pessoa / 3 poemas



(i)

Pero yo, en cuya alma se reflejan
Las fuerzas todas del universo,
En cuya reflexión emotiva y sacudida
Minuto a minuto, emoción a emoción,
Cosas antagónicas y absurdas se suceden:
Yo el foco inútil de todas las realidades,
Yo el fantasma nacido de todas las sensaciones,
Yo el abstracto, yo el proyectado en la pantalla,
Yo la mujer legítima y triste del Conjunto,
Yo sufro ser yo a través de todo esto como tener
sed, pero no de agua.

(ii)

Tengo piedad de las estrellas
Que brillan desde hace tanto,
Desde hace tanto tiempo...
Tengo piedad de ellas.

¿No habrá un cansancio
De las cosas,
De todas las cosas,
Como de las piernas o de un brazo?

Un cansancio de existir,
De ser,
Sólo de ser
O ser triste brillar o sonreír...

¿No habrá, en fin,
Para las cosas que son,
No la muerte, pero sí
Alguna especie de fin,
O una razón,
Algo así
Como un perdón?

(iii)

Es tal vez el último día de mi vida.
Saludé al sol, levantando la mano derecha,
Pero no lo saludé diciéndole adiós,
Hice señal de gustarme haberlo visto: nada más.

Fernando Pessoa, Lisboa, 1888-1935
Fernando Pessoa, Poemas, Ed. Fabril, Bs. As., 1972
Traducción de Rodolfo Alonso
imagen: s/d