viernes, 6 de septiembre de 2013

Emily Dickinson





¡Yo soy Nadie! ¿Quién eres tú?
¿Tú eres — Nadie — también?
¡Entonces somos dos!
¡No lo digas! ¡Ya sabes — lo contarían!

¡Qué triste — ser — Alguien!
¡Qué público — como una Rana —
Decir el nombre de uno — durante todo junio —
A un Pantano admirador!




Hoy se acercó a mi mente una Idea —
Que había tenido antes —
Pero que no terminé — un tiempo atrás —
No podría precisar el año —

Ni adónde se fue — ni por qué vino
La segunda vez a mí —
Ni tengo el Arte para decir
Claramente qué era —

Pero en algún lugar — de mi Alma — lo sé —
La he visto antes
Me lo recordó, simplemente — eso fue todo —
Y no vino más a mí —




La diferencia entre la Desesperación
Y el Miedo — es como Aquella
Entre el instante del Naufragio —
Y cuando el Naufragio ha ocurrido —

La Mente está en calma — sin Movimiento —
Tranquila como el Ojo
En la frente de un Busto —
Que sabe — que no puede ver —   


Emily Dickinson, Amherst, Massachusetts, Estados Unidos, 1830-1886
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


I’m Nobody! Who are you?  / Are you — Nobody — too? / Then there’s a pair of us!  / Don’t tell!  they’d advertise — you know. // How dreary — to be — Somebody! / How public — like a Frog — / To tell one’s name — the livelong June — / To an admiring bog!

A Thought went up my mind today — / That I have had before — / But did not finish — some way back — / I could not fix the Year — // Nor where it went — nor why it came / The second time to me — / Nor definitely what it was — / Have I the Art to say — // But somewhere — in my Soul — I know — / I’ve met the Thing before — / It just reminded me — ’twas all — / And came my way no more —


The difference between Despair / And Fear — is like the One / Between the instant of a Wreck /
And when the Wreck has been — // The Mind is smooth — no Motion — / Contented as the Eye /
Upon the Forehead of a Bust — / That knows — it cannot see —



viernes, 19 de julio de 2013

Arthur Spear




Enroque

¡Ah, si hubiera llegado cuando abundaban las horas!
¡Si hubiera llegado cuando el agua saltaba en las fuentes
y las noches eran como guantes!

Pero llegó cuando todo empezaba a declinar
y los días ya no eran tan alegres.
Llegó a palacios de colgaduras ajadas,
candelabros racionados.

Entretanto, vio tramar a un miserable o dos.
Y vio la inepcia del gobernante.

Aun así, permaneció.
Recorría una calle, visitaba una plaza,
veía aparecer y disolverse las luces en alguna torre vieja,
y hallaba placer en eso.

Le tocaron los restos, es verdad, las menciones de un fulgor.
Entonces hizo un silencio justo.
Un enroque delicado.
Y volvió a los espejos cerrados de su casa.

Arthur Spear, Escocia, 1955
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Mujer en marco de espejo, por Piotr Siedlecki



Castling 

O if only she’d come when hours were abundant!
If only she’d come when water would spring in the fountains
and nights were like gloves!

But she arrived when things were already falling
and days were not so merry anymore.
She entered palaces with worn tapestries,
rationed candlesticks.

Meanwhile, she saw one or two scoundrels plotting.
And the ruler’s ineptitude.

She stayed, nevertheless.
She would walk along a street, or visit a square,
she would see the lights in some old tower appear and fade,
and she would find pleasure in it.

But it was the remnants, true, which fell to her lot,
the mentions of a shine.
So she made a fair silence.
A delicate castling.
And returned to her closed mirrors at home.


miércoles, 26 de junio de 2013

Ronald Stuart Thomas





Se trata de un gato negro
en lo alto de un árido acantilado en marzo
cuyos ojos prevén
los pétalos del espinillo;

la igualación formal
de un ronroneo hogareño
con los fríos interiores
del espejo del mar.



Tendido ahora en su blando lecho
por última vez, viendo embotadamente
a través de los párpados pesados el color del día
sobrevivir al cielo, ¿qué puede decir
digno de registro, los libros todos abiertos,
las plumas preparadas, las caras, tristes,
esperando solemnemente que los labios cansados
se muevan una vez — qué puede decir?

Su lengua lucha por lograr que una palabra
traspase la densa flema; ningún discurso, ninguna frase
para la noticia del día, sólo la única palabra “perdón”;
perdón por las mentiras, por el largo fracaso
en la guerra del poeta; que prefiriera
las rimas más fáciles del corazón
a la escansión de la mente; que ahora muera
sin testamento válido, teniendo para dejar
sólo unas canciones, frías como piedras
en las manos delgadas que pedían pan.


Ronald Stuart Thomas, Cardiff, Gales, 1913-2000
Versiones © Gerardo Gambolini
imagen: s/d


The Cat and the Sea

It is a matter of a black cat  / On a bare cliff top in March / Whose eyes anticipate / The gorse petals; // The formal equation of  / A domestic purr / With the cold interiors / Of the sea’s mirror. 


Death of a Poet

Laid now on his smooth bed / For the last time, watching dully / Through heavy eyelids the day’s colour / Widow the sky, what can he say / Worthy of record, the books all open, / Pens ready, the faces, sad, / Waiting gravely for the tired lips / To move once — what can he say? // His tongue wrestles to force one word / Past the thick phlegm; no speech, no phrases / For the day's news, just the one word ‘sorry’; / Sorry for the lies, for the long failure / In the poet’s war; that he preferred / The easier rhythms of the heart / To the mind’s scansion; that now he dies / Intestate, having nothing to leave / But a few songs, cold as stones / In the thin hands that asked for bread.


sábado, 15 de junio de 2013

Alberto Girri






Qué hacer
del viejo yo lírico, errático estímulo,
al ir avecinándonos a la fase
de los silencios, la de no desear
ya doblegarnos animosamente
ante cada impresión que hierve,
y en fuerza de su hervir reclama
exaltación, su canto.

Cómo, para entonces,
persuadirlo a que reconozca
nuestra apatía, convertidas
en reminiscencias de oficios inútiles
sus constantes más íntimas, sustitutivas
de la acción, sentimiento, la fe;
su desafío
a que conjoremos nuestras nadas
con signos sonoros que por los oídos andan
sin dueños, como rodando, disponibles
y expectantes,
ignorantes
de sus pautas de significados,
de dónde obtenerlas:
y su persistencia, insaciable,
para adherírsenos, un yo
instalado en otro yo, vigilando
por encima de nuestro hombro
qué garabateamos;

y su prédica
de que mediante él hagamos
florecer tanto melodía cuanto gozosa
emulación de la única escritura
nunca rebecha por nadie,
la de Aquel
que escribió en la arena, ganada
por el viento, embrujante poesía
de lo eternamente indescifrable.

Preguntárnoslo, toda vez
que nos encerremos en la expresión
idiota del que no atina a consolarse
de la infructuosidad de la poesía
como vehiculo de seducción, corrupción,
y cada vez
que se nos recuerde que el verdadero
hacedor de poemas execra la poesía,
que el auténtico realizador
de cualquier cosa detesta esa cosa.


Alberto Girri, Buenos Aires, Argentina, 1919-1991
imagen: Sara Facio


sábado, 25 de mayo de 2013

Rudyard Kipling





“¿Tienes noticias de mi hijo Jack?
No con esta marea.
“¿Cuándo crees que regresará?”
No con este viento, y con esta marea.

“¿Alguien recibió noticias de él?”
No con esta marea.
Pues lo hundido difícilmente nade,
no con este viento, y con esta marea.

“Oh, Dios, ¿qué consuelo puedo hallar?”
Ninguno con esta marea,
ni con ninguna marea,
salvo que no avergonzó a los suyos —
ni aun con ese viento, y esa marea.

Así que mantén la cabeza bien erguida,
con esta marea,
y con cualquier marea;
¡porque él fue el hijo que engendraste
y que entregaste a ese viento, y a esa marea!


Rudyard Kipling, India, 1865 – Inglaterra, 1936
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Infantería Británica avanzando en Loos


My Boy Jack

“Have you news of my boy Jack?” / Not this tide. / “When d’you think that he’ll come back?” / Not with this wind blowing, and this tide. // “Has any one else had word of him?” / Not this tide. / For what is sunk will hardly swim, / Not with this wind blowing, and this tide. // “Oh, dear, what comfort can I find?” / None this tide, / Nor any tide, / Except he did not shame his kind — / Not even with that wind blowing, and that tide. // Then hold your head up all the more, / This tide, / And every tide; / Because he was the son you bore, / And gave to that wind blowing and that tide!


Nota:

Al comenzar la Gran Guerra, John (Jack) Kipling, de 17 años, único hijo varón de Rudyard Kipling, expresó su deseo de unirse a la Marina Real para luchar contra los alemanes. Cuando el joven fue rechazado en los exámenes médicos por su pronunciada miopía, el escritor, que alentaba vivamente la intención de su hijo, usó su influencia para que pudiera incorporarse al ejército, donde fue instruido y designado Teniente Segundo del 2º Batallón de Guardias Irlandeses. Jack Kipling fue dado por desaparecido a los 18 años, en setiembre de 1915, tras la Batalla de Loos, su primera participación en la guerra (la muerte del joven se confirmó posteriormente). Escrito por Kipling al enterarse de su desaparición, Mi hijo Jack fue publicado como preludio de un cuento sobre la Batalla de Jutlandia (1916) de su libro Sea Warfare. Las imágenes y el tema del poema, de naturaleza marítima, refieren a un marinero genérico, Jack (o Jack Tar). 


sábado, 11 de mayo de 2013

Peter Sirr







                        Aquí viví
tal vez un minuto de mi mente
suficiente
para que todo sea claro
los  muebles, la luz de la mañana
                                                           los sueños

las agonías
de lo posible

o, al menos, los lentos días extendiéndose
en la vida elegida

Acosado por esta calle
camino
recordando otra ciudad
recordándote

toda nuestra vida desplegada ante nosotros
en ese momento

y ahora de vuelta
aquí

Aquí también las calles se llenan
de vidas posibles
y de cada una
me alejo
subiendo a la deriva

como suben los globos sobre...
—¿era Koblenz?—
en elevado silencio

En la autopista
ahora
una cesta de mimbre en un trailer
yendo a casa

pero en el campo
las manos —mías, tuyas—
chorreando burbujas
se estiran hacia las sogas
y entonces
y ahora
en seda hundida
nuestros cuerpos apaciguados

   *  *  *

oh, ¿por qué
no me quedé?

Trepé hacia ti
con persistencia, y tú

volviste la cara y te acercaste,
tu voz

derramada en mi boca
Ningún silencio, es cierto, que no te pronunciara

ningún azul ni gris ni lluvia ni estación
pero arrasaste

la delgada cortina de la luz
y cosiste mis ojos al día vencido


Peter Sirr, Waterford, Irlanda, 1960
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d

Koblenz, maybe

Here / I have lived / maybe one minute in my mind / enough / for everything to be clear / furniture, morning light / dreams // agonies / of the possible // or, at last, the slow days unfolding / in the decided life // Haunted by this street / I walk / remembering another town / remembering you // our whole life spread before us / in that moment // and now returned / here // Here too the streets swell / with possible lives / and from each one // I lean out / drifting up // like the baloons over — / was it Koblenz? — / in their high quiet // Or the motorway / now / a wicker basket on a trailer / speeding home // but in the field / the bubble descending / hands —mine, yours — / stretching for the ropes / and then / and now / in plunged silk / our bodies stilled. /// oh why did I not / stay? // I climbed towards you / persistently, and you / you turned your faced and leaned / all the way over, your voice // spilled into my mouth / No silence, true, that does no utter you // no blue no grey no rain no season / but you have ravaged // the light’s thin curtain / and stitched my eyes to the fallen day



lunes, 22 de abril de 2013

Robert Frost






Cuando el viento nos ataca en la oscuridad
y bombardea con nieve
la ventana que da al este en el cuarto de abajo,
y susurra, el monstruo, con un sordo ladrido,
“¡Sal! ¡Sal!”,
no es ninguna lucha interna no salir,
¡oh, no lo es!
Cuento nuestras fuerzas,
dos y un niño,
aquellos de nosotros no dormidos, limitados a ver
cómo entra el frío cuando el fuego se apaga finalmente,
cómo se va acumulando la nieve,
el jardín y el camino indistinguibles,
hasta que incluso el granero consolador
se agranda a la distancia
y mi corazón tiene una duda:
si está en nosotros levantarnos con el día
y salvarnos sin ayuda.




Hay un mancha de nieve vieja en una esquina
que, debí adivinarlo,
era un diario arrastrado por el viento
que la lluvia había puesto a descansar.

Está salpicada de barro como si
letra de imprenta la cubriera,
las noticias de un día que he olvidado —
si alguna vez las leí.


Robert Frost, Estados Unidos, 1874- 1963
Versión © Gerardo Gambolini
[Public domain image]


Storm Fear

When the wind works against us in the dark, / And pelts with snow / The lowest chamber window on the east, / And whispers with a sort of stifled bark, / The beast, / ‘Come out! Come out!’ / It costs no inward struggle not to go, / Ah, no! / I count our strength, / Two and a child, / Those of us not asleep subdued to mark / How the cold creeps as the fire dies at length, / How drifts are piled, / Dooryard and road ungraded, / Till even the comforting barn grows far away / And my heart owns a doubt / Whether ‘tis in us to arise with day / And save ourselves unaided. 


A Patch of Old Snow

There’s a patch of old snow in a corner / That I should have guessed / Was a blow-away paper the rain / Had brought to rest. // It is speckled with grime as if / Small print overspread it, / The news of a day I’ve forgotten — / If I ever read it. 



domingo, 14 de abril de 2013

Nazim Hikmet






Nací en 1902.
A mi cuidad natal nunca volví
porque no soy afecto a los regresos.
A la edad de los tres años, en Alepo, 
mi profesión fue nieto de pachá.
A los 19 años, estudiante 
en la Universidad comunista de Moscú.
A los 49 años, en Moscú, invitado del Comité Central.
Y, desde los catorce años, mi oficio es de poeta. 

Hay gentes que conocen las distintas variedades de los peces; 
yo, de las separaciones.
Hay quien sabe los nombres de todas las estrellas, de memoria;
yo, los de las nostalgias.

Viví en inquilinatos, en cárceles y en hoteles de lujo.
He conocido el hambre, también la huelga de hambre,
y no hay comida cuyo sabor ignore.
Cuando tenía treinta años, decidieron detenerme;
a los 49, decidieron darme el Premio Mundial de la Paz,
y me lo dieron.
Teniendo 36, recorrí cuatro metros cuadrados de hormigón 
en seis meses.
A los 59, volé en 18 horas desde Praga a La Habana.
A Lenin no lo vi, pero en 1924
monté guardia junto a su catafalco.
En 1961, el mausoleo que visito son sus libros.

Se ha hecho mucho por apartarme de mi Partido:
eso nunca funcionó
ni me aplastaron ídolos que caen.
    
En 1951, con otro camarada, fui por mar hacia la muerte.
En 1952, fisura al corazón: tendido de espaldas,
esperé a la muerte cuatro meses.

Llegué estar loco de celos por mujeres que amé.
Yo no le tengo un ápice de envidia ni a Charlot *.
Engañé a mis mujeres,
pero nunca hablé mal a espaldas de un amigo.
He bebido sin volverme un borracho.
Felizmente, siempre gané mi pan con el sudor de mi frente.
Si alguna vez mentí, fue sintiendo vergüenza por el prójimo.
He mentido por no apenar a otro.
Y también he mentido sin razón.

Viajé en tren, en avión y en automóvil,
lo que no puede hacer la inmensa mayoría de la gente.
He asistido a la Ópera, 
donde no puede ir la mayoría de la gente, 
que hasta ignora ese nombre. 
Pero allí a donde va la mayoría de la gente
no he vuelto a ir desde 1921;
mezquita, iglesia, sinagoga, templo, casa del adivino.
Aunque a veces leo la borra del café.

Me publican como en 40 idiomas,
pero en Turquía estoy prohibido
en mi propio idioma.

No he tenido cáncer, hasta ahora,
ni es forzoso que lo tenga,
y no seré primer ministro o algo así,
ni siento la menor inclinación
por ese tipo de ocupaciones.

No he peleado en la guerra,
no he bajado de noche a los refugios
ni anduve los caminos del éxodo
bajo aviones que vuelan a ras del suelo.
Y, casi sesentón, me siento enamorado.

En suma, camarada:
este día, en Berlín, muriendo de nostalgia
como un perro,
no puedo decir que viví como un hombre,
pero lo que me queda por vivir
y lo que pueda sucederme,
          ¿chi lo sa?


* El personaje creado por Chaplin.


Nazim Hikmet, Salónica, Imperio Otomano, 1901- Moscú, 1963
imagen: Autorretrato, Nazim Hikmet en su celda de prisión, 1946


sábado, 6 de abril de 2013

Manuel Bandeira






 Fiebre, hemoptisis, disnea y sudores nocturnos.
La vida entera que podía haber sido y que no fue.
Tos, tos, tos.

Mandó llamar al médico:
–Diga treinta y tres.
–Treinta y tres... treinta y tres... treinta y tres...
–Respire.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

–Usted tiene una cavidad en el pulmón izquierdo y el pulmón derecho infiltrado.
–Entonces, doctor, ¿no podemos probar el pneumotórax?
–No. Lo único que se puede hacer es tocar un tango argentino. 




Dos veces se muere:
Primero en la carne, después en el nombre.
La carne desaparece, el nombre persiste pero
Vaciándose de su casto contenido
-Tantos gestos, palabras, silencios-
Hasta que un día sentimos,
Con un golpe de espanto (¿o de remordimiento?)
Que el nombre querido ya no suena como los otros.

Santinha nunca fue para mí el diminutivo de Santa.
Ni Santa fue nunca para mí la mujer sin pecado.
Santinha era dos ojos miopes, cuatro incisivos a flor de boca.
Era la intuición rápida, el miedo de todo, un cierto modo de decir “Válgame Dios”.

Adelaide no fue para mí solamente Adelaide,
Sino Cabellera de Berenice, Innominada, Casiopea.
Adelaide, hoy apenas sustantivo propio femenino.

Los epitafios también se apagan, bien lo sé.
Más lentamente, sin embargo, que las reminiscencias
En la carne, menos inviolable que la piedra de las tumbas.


Manuel Bandeira, Pernambuco, Brasil, 1886-1968
versiones de Rodolfo Alonso
imagen: s/d


Pneumotórax

Febre, hemoptise, dispnéia e suores noturnos. / A vida inteira que podia ter sido e que não foi. / Tosse, tosse, tosse. // Mandou chamar o médico: / - Diga trinta e tres. / - Trinta e tres...trinta e tres...trinta e tres... / - Respire. //  - O senhor tem una escavação no pulmão esquerdo e o pulmão direito infiltrado. / - Então, doutor, não é possível tentar o pneumotórax? / - Não. A única coisa a fazer é tocar um tango argentino.


Os nomes

Duas vezes se morre: / Primeiro na carne, depois no nome. / A carne desaparece, o nome persiste mas / Esvaziando-se de seu casto conteúdo / – Tantos gestos, palavras, silêncios – / Até que um dia sentimos, / Com uma pancada de espanto (ou de remorso?) / Que o nome querido já não nos soa como os outros. // Santinha nunca foi para mim o diminutivo de Santa. / Nem Santa nunca foi para mim a mulher sem pecado. / Santinha eram dois olhos míopes, quatro incisivos claros à flor da boca. / Era a intuição rápida, o medo de tudo, um certo modo de dizer “Meu Deus, velei-me”. //  
Adelaide não foi para mim Adelaide somente. / Mas Cabeleira de Berenice, Inominata, Cassiopéia. / Adelaide hoje apenas substantivo próprio feminino. // Os epitáfios também se apagam, bem sei. / Mas lentamente, porém, do que as reminiscências / Na carne, menos inviolável do que a pedra dos túmulos.



miércoles, 3 de abril de 2013

Carlos Mastronardi





(fragmento - cuartetas finales, 48-57)

[...]

Vuelvo a mirar confines de abandonada gracia,
pueblos fieles al gesto de antiguas gentes muertas,
y piadosos lugares que halagan el recuerdo,
por donde se alejaba mi pena paseandera.

Vuelvo a ser de las noches, que hondamente me han visto.
Me acompaña una brisa de campo en esas horas,
cuando busco la extrema quietud, ruinosas tapias
y calles semejantes a mi destino, y solas.

Conozco unos lugares que enternecen mi andanza
y donde la provincia ya es encanto sin tiempo.
Frondas, callados pueblos, suaves noches camperas.
Soledad, hermosura: frecuencias de mi pecho.

Vuelvo a cruzar las islas donde el verano canta,
y un aire enamorado de esa extensa delicia
en cuya luz diversa y en cuya paz se anuncia
la querida, la tierna, la querida provincia.

Larga dulzura creada para entender la dicha,
durable rosa, quieto fervor, gajo de patria.
¡Qué mansa la presencia de la brisa en sus tierras!
¡Qué sonora en mi pecho la efusión de sus aguas!

Dulzura, sí, llaneza cordial, grato sosiego,
amplitud primorosa y honor de la mirada.
En su anchura, el olvido reconoce a los suyos,
y en su tierno abandono mi persona se aclara.

¡Qué vistosas se ponen sus leguas cuando el aire
perfuma, y la tarde alza como dormidos velos!
Yo pondero esos campos, los nombra el afectuoso.
Mi corazón es dádiva de su amable silencio.

Siento una luz absorta y unos muertos rumores;
reconozco este ocaso perdido en los trigales,
y fuera de los años miro su gracia inmóvil,
su delicado fuego sobre los campos graves.

Luz absorta que viene del pasado, y me acerca
unos rostros, un pueblo y esa fecha rezada
en que anduve más solo por los patios silvestres...
(Un Septiembre elogiado con glicinas, estaba).

Este ocaso confunde mis tiempos. Vuelve un canto
siempre dulce. La dicha se parece a esta ausencia.
Quedo en la brisa, tierno de campo, libre, oscuro.
Una vez yo pasaba silbando entre arboledas.


Carlos Mastronardi, Entre Ríos, Argentina, 1901-1976
de Luz de Provincia