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domingo, 5 de diciembre de 2010

Antonin Artaud


Es necesario que se comprenda que toda la inteligencia no es más que una amplia eventualidad, y que se la puede perder no ya como el demente que está muerto, mas como el ser viviente que está en la vida y que siente sobre sí la atracción y el soplo (de la inteligencia, no de la vida).
Las titilaciones de la inteligencia y ese brusco trastocamiento de las partes.
Las palabras a mitad de camino de la inteligencia.
Esa posibilidad de pensar hacia atrás y de zaherir de pronto su pensamiento.
Ese diálogo en el pensamiento.
La absorción, la ruptura de todo.
Y de pronto ese hilo de agua sobre un volcán, la caída tenue y dilatada del espíritu.

Si uno pudiese gustar al menos de su nada, si uno pudiese descansar bien en su nada y esa nada no fuese una cierta clase de ser pero tampoco la muerte completa.
Es tan duro no existir más, no ser más en alguna cosa. El verdadero dolor es sentir su pensamiento trasladarse en uno mismo. Pero el pensamiento como un punto ciertamente no es un sufrimiento.
Estoy en el punto en que la vida ya no me concierne, pero con todos los apetitos y la titilación insistente del ser en mí. Sólo tengo una ocupación: rehacerme. [...]

He elegido el dominio del dolor y la sombra como otros el de la irradiación y acumulación de materia.
No trabajo en la dimensión de un dominio cualquiera.
Trabajo en la duración única.

Antonin Artaud, Francia, 1896-1948
de Le pèse-nerfs, suivi des fragments d’un journal d’enfer
traducción de Gerardo Guthmann
imagen: Autorretrato (junio 1947)