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sábado, 7 de enero de 2012

Claudio Piermarini




                                      
                                                        para un turro que conozco

El vendrá,
siempre,
como la noche.
Con sus largos dedos blancos
de frío papel glasé,
su sonrisa narcicista
y su carnet del diablo.
El vendrá sin duda.
Vos sos su droga.



No hay pastillas
contra el fantasma de una mujer,
que vuelve cada noche como una loba
a arrancarte jirones de su piel
tatuada en tus entrañas.

Claudio Piermarini, Buenos Aires, 1956
reside actualmente en Tucumán
imagen: s/d


jueves, 26 de mayo de 2011

Claudio Piermarini




Como las flores del ceibo
cuando el aire de muerte lo estremece
mis pasiones se van por el río
y el corazón se queda solo
tiritando de frío,
igual que el árbol en la orilla.

Muy bien,
la saciedad es la tumba de la sed
y en la orgía desfallece
el deseo más desenfrenado.
Pero digan lo que digan
los tibios que calculan
no es menos rojo el rojo
porque dura un día.

Como el jugador empedernido
mal ganado o bien perdido
la intención está en la apuesta.



Entre tus omóplatos y tu remera
se abre un hueco perfumado,
por el que me dejaría caer
hasta el Infierno mismo,
sin importarme de mi alma.
Yo lo sé, Luciana,
te olí al pasar,
era veneno de Venus
lo que dejabas tras tu espalda.
Después se partió el cielo
y, entre brumas,
vi a la Diosa que reía
acertar en medio de mi pecho
su saeta despiadada.



Un Dios al que nacemos debiendo
no es un buen dios,
es un Banco Universal de la Desgracia.

Claudio Piermarini, Buenos Aires, 1956
reside actualmente en Tucumán
imagen: Daniel Jensen, Ephemeral Red



viernes, 13 de mayo de 2011

Claudio Piermarini



Esos ojos azules de Victoria,
como dos tajos de agua
en la mañana,
quiero verlos de nuevo
crispar al mediodía
y así,
por esas puertas encendidas,
esos azules ríos del diablo,
entrar
sin ser visto por los santos
en la tan vigilada casa de la gracia.



Te besaría contra los setos
de la tarde que se derrumba
como un toro celeste.
Y con esa certeza absoluta
con que los cristianos iban a la muerte
igual que el toro del ocaso
sobre ti me volcaría.

Pletórico de fe en la carne.



Muy bien,
tiránica Afrodita,
ya entendí
quién manda aquí.
Más si aún
quieres verme
dando sombra
entre los vivos,
afloja un poco
con las flechas.



Un jueves
encontré a Dios en un cineclub.
Era morocha,
de Aries.

                                                                                                  
                                                                       a Albert Camus

Así como unos viven
para entrar en la historia
y otros se desviven
por salir de Babilonia,
¿no se puede acaso
y con la misma dignidad
vivir para detalles:
la particular concavidad de una garganta
bajo la presión de tu lengua,
la forma exquisita
que adoptó la carne humana
en el cuello de una prostituta joven,
su arete, como un relámpago de estrás,
brillando duplicado en el espejo?

¿No se puede vivir
sólo para detalles como estos?
¿Apostarlo todo a la sed
y jugar a cara o cruz
la partida sin red,
atado a tu condición
como Ulises al mástil?



En el amor no le demos todo el crédito a los cuerpos; lo que verdaderamente arde
son las palabras.

Claudio Piermarini, Buenos Aires, 1956
reside actualmente en Tucumán
imagen: Herbert James Draper, Ulysses and the Sirens (1909)