Mostrando las entradas con la etiqueta Richard Wilbur. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Richard Wilbur. Mostrar todas las entradas

sábado, 9 de julio de 2011

Richard Wilbur




A veces, al despertar, ella cerraba los ojos
para un último vistazo a aquella casa blanca
que sólo conocía en sueños, de la que no tenía escritura
y a la que aún no había entrado, a pesar de sus suspiros.

¿Qué me contó de esa casa suya?
El pilar blanco, la galería, el montante de la puerta,
un mirador hacia la costa pedregosa,
los vientos salinos que agitan los abetos del lugar.

¿Ella está ahí ahora, dondequiera que sea ahí?
Sólo un tonto esperaría encontrar
ese puerto sereno forjado por su mente soñadora.
Noche tras noche, amor, me hago a la mar.

Richard Wilbur, New York, Estados Unidos, 1921
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Henry Harding Bingley, The Seashore (1962)


The House

Sometimes, on waking, she would close her eyes
For a last look at that white house she knew
In sleep alone, and held no title to,
And had not entered yet, for all her sighs.

What did she tell me of that house of hers?
White gatepost; terrace; fanlight of the door;
A widow’s walk above the bouldered shore;
Salt winds that ruffle the surrounding firs.

Is she now there, wherever there may be?
Only a foolish man would hope to find
That haven fashioned by her dreaming mind.
Night after night, my love, I put to sea.

martes, 7 de diciembre de 2010

Richard Wilbur


La escritora

En su cuarto, en la proa de la casa,
donde rompe la luz y las ventanas se sacuden con el tilo,
mi hija escribe un cuento.

Me detengo en la escalera, escuchando
un barullo de teclas por su puerta cerrada,
como una cadena jalada por una borda.

Joven como es, la materia
de su vida es una carga importante, y parte de ella es pesada:
yo le deseo un viaje venturoso.

Pero ahora es ella quien se detiene,
como si rechazara mi idea y su figura liviana.
Crece un silencio, en el que la casa entera

parece estar pensando,
y entonces ella sigue, con un apiñado
alboroto de golpes, y hace silencio de nuevo.

Recuerdo el estornino ofuscado
que quedó atrapado en ese mismo cuarto, hace dos años;
recuerdo que entramos furtivamente, abrimos una ventana

y nos fuimos, para no asustarlo, y que
durante una hora impotente, por la rendija de la puerta,
vimos a la elegante, salvaje, oscura

e iridiscente criatura
golpear contra el resplandor, caer como un guante
al piso duro, o la tapa del escritorio,

y esperar entonces, encorvada y ensangrentada,
la inteligencia para volver a intentarlo, y recuerdo cómo
se levantó nuestro ánimo cuando, súbitamente segura,

despegó del respaldo de una silla
trazando un rumbo tranquilo hasta la ventana correcta
y franqueando el alféizar del mundo.

Es siempre, cariño, una cuestión
de vida o muerte, como lo había olvidado. Te deseo
lo que antes te deseé, pero más fuerte.

Richard Wilbur, New York, Estados Unidos, 1921
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d

The Writer

In her room at the prow of the house
Where light breaks, and the windows are tossed with linden,
My daughter is writing a story.

I pause in the stairwell, hearing
From her shut door a commotion of typewriter-keys
Like a chain hauled over a gunwale.

Young as she is, the stuff
Of her life is a great cargo, and some of it heavy:
I wish her a lucky passage.

But now it is she who pauses,
As if to reject my thought and its easy figure.
A stillness greatens, in which

The whole house seems to be thinking,
And then she is at it again with a bunched clamor
Of strokes, and again is silent.

I remember the dazed starling
Which was trapped in that very room, two years ago;
How we stole in, lifted a sash

And retreated, not to affright it;
And how for a helpless hour, through the crack of the door,
We watched the sleek, wild, dark

And iridescent creature
Batter against the brilliance, drop like a glove
To the hard floor, or the desk-top,

And wait then, humped and bloody,
For the wits to try it again; and how our spirits
Rose when, suddenly sure,

It lifted off from a chair-back,
Beating a smooth course for the right window
And clearing the sill of the world.

It is always a matter, my darling,
Of life or death, as I had forgotten. I wish
What I wished you before, but harder.

martes, 6 de julio de 2010

Tres poetas norteamericanos


Fuego y hielo / Robert Frost

Algunos dicen que el mundo terminará en fuego,
otros dicen en hielo.
Por lo que he conocido del deseo
estoy con los que apuestan al fuego.
Pero si el mundo tuviera que sucumbir dos veces,
creo saber bastante del odio
para decir que a fin de destruir
el hielo también es excelente
y bastaría.

Robert Frost, Estados Unidos, 1874- 1963
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Robert Frost, Richard Wilbur, Louis Untermeyer


Fire and Ice

Some say the world will end in fire,
Some say in ice.
From what I've tasted of desire
I hold with those who favor fire.
But if it had to perish twice,
I think I know enough of hate
To say that for destruction ice
Is also great
And would suffice.



Parábola / Richard Wilbur

Leí cómo el Quijote en su andanza a la ventura
llegó una vez a un cruce, y por temor a perder
la pureza del azar, no quiso decidir sobre el camino

a tomar, prefiriendo dejar que su caballo eligiera.
Porque la gloria esperaba allí donde la fábula girase.
Tenía mareada de orgullo la cabeza, su caballo tenía

las herraduras pesadas, y fue hacia el establo.

Richard Wilbur, New York, Estados Unidos, 1921
Versión © Gerardo Gambolini



Parable

I read how Quixote in his random ride
Came to a crossing once, and lest he lose
The purity of chance, would not decide

Whither to fare, but wished his horse to choose.
For glory lay wherever turned the fable.
His head was light with pride, his horse's shoes

Were heavy, and he headed for the stable.



Calibán en las frías minas / Louis Untermeyer

Dios, a nosotros no nos gusta quejarnos,
sabemos que la mina no es un chiste.
Pero — están los charcos de la lluvia;
el frío y la oscuridad.

Dios, Tú no sabes lo que es eso —
Tú, en tu cielo bien iluminado —
viendo pasar los meteoros;
al abrigo — con un sol siempre cerca.

Dios, si sólo tuvieras la luna
puesta de lámpara en tu casco,
hasta Tú te cansarías pronto de ella,
allá abajo en lo húmedo y lo oscuro.

Nada más que negrura encima de nosotros,
y nada que se mueva, aparte de los carros. . .
Dios, si Tú quieres nuestro amor,
¡arrójanos un puñado de estrellas!

Louis Untermeyer, Estados Unidos, 1885-1977
Versión © Gerardo Gambolini



Caliban in the Coal Mines

God, we don't like to complain;
We know that the mine is no lark.
But — there's the pools from the rain;
But — there's the cold and the dark.

God, You don't know what it is —
You, in Your well-lighted sky —
Watching the meteors whizz;
Warm, with a sun always by.

God, if You had but the moon
Stuck in Your cap for a lamp,
Even You'd tire of it soon,
Down in the dark and the damp.

Nothing but blackness above
And nothing that moves but the cars …
God, if You wish for our love,
Fling us a handful of stars!

sábado, 6 de marzo de 2010

Richard Wilbur


Do menor

¿Beethoven en el desayuno? ¿El alma humana,
aunque acechada por impulsos vacíos,
triunfando sobre la duda y la desesperanza
-mientras copos de cereal crepitan en la sartén-?

Tienes razón en apagarlo y dejar que el día
empiece al azar; quizás un carpintero
picoteando entre los arces, la inquina de un grajo,
o algo en el buzón que te haga detener

y quedarte en la grava de la entrada, la sombra inmóvil,
la frente baja, recorriendo las hojas que sacaste
hasta que la infausta o feliz noticia
sea leída.

El trabajo del día será decepcionante o no,
dando al menos un poco de placer en el esfuerzo.
Alguno de nosotros, al escardar la huerta
-a menos que llueva, por supuesto-

acaso disfrute el tejido de la luz en los penachos de hinojo
y el rocío, igual a mercurio, en las hojas de repollo;
o se levante y pasee por cuartos demasiado familiares,
frustrado e insatisfecho.

¿Se romperá algún plato? ¿Comprenderemos algo nuevo?
¿Nos sentiremos solos, y consolados por el amor?
¿Qué silbaré cuando parta la leña?
¿Será frío el viento de la noche?

¿Cómo saberlo? Y aunque estuviéramos destinados
a sufrir inmensamente, a soportar grandiosamente,
escucharlo todo preanunciado, como en una obertura,
no ayudaría.

No hay nada que hacer con un día excepto vivirlo.
Dejemos la música para la noche, cuando la luz muere
-adustamente, o con gloria- y podemos darle
algo que organizar.

Richard Wilbur,New York, Estados Unidos, 1921
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Jakob Alt, Theater an der Wien, 1815



C Minor

Beethoven during breakfast? The human soul,
Though stalked by hollow pluckings, winning out
(While bran-flakes crackle in the cereal-bowl)
Over despair and doubt?

You are right to switch it off and let the day
Begin at hazard, perhaps with pecker-knocks
In the sugar bush, the rancor of a jay,
Or in the letter box

Something that makes you pause and with fixed shadow
Stand on the driveway gravel, your bent head
Scanning the snatched pages until the sad
Or fortunate news is read.

The day's work will be disappointing or not,
Giving at least some pleasure in taking pains.
One of us, hoeing in the garden plot
(Unless, of course, it rains)

May rejoice at the knitting of light in fennel-plumes
And dew like mercury on cabbage-hide,
Or rise and pace through too-familiar rooms,
Balked and dissatisfied.

Shall a plate be broken? A new thing understood?
Shall we be lonely, and by love consoled?
What shall I whistle, splitting the kindling-wood?
Shall the night wind be cold?

How should I know? And even if we were fated
Hugely to suffer, grandly to endure,
It would not help to hear it all fore-stated
As in an overture.

There is nothing to do with a day except to live it.
Let us have music again when the light dies
(Sullenly, or in glory) and we can give it
Something to organize.