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viernes, 22 de abril de 2011

Javier Adúriz



Hay una huella en tu corazón...

Hay una huella en tu corazón
que no he recorrido.

Conozco con ardor los pliegues
de tu risa transformando la estancia.
Conozco con ardor el perfume
de tu cuerpo perforado de espíritu,
esa mirada oscura tuya,
convocándome.

Siempre, no obstante, resta
un secreto: el camino encantado
de tu pensamiento.


Ser un batir de alas agotadas...

Ser un batir de alas agotadas
en el latido de la noche,
ser la dureza de una despedida
diaria, augurio de horas inhumanas.

Ser el que no se es, para volver
y ser, amargo, el hombre apenas hombre
en el caliente beso que restaura
el ambiguo triunfo de estar vivo.

Ser la doliente opacidad, la sombra
exasperada y heridora, pero
al menos serlo en tu conocimiento.

Asombro que renueva en mi conciencia:
haber vivido para haberte visto,
qué gloria extraña como tan amada.

Javier Adúriz, Buenos Aires, 1948-2011

domingo, 28 de febrero de 2010

Javier Adúriz


Coro

La prolijidad, desdichado lector,
no se corresponde con la índole
de mi carácter. Me maldispone
trabajar de prólogo (amén
de este atavío arlequinesco).

Digo: como pueblo
soy una caricatura del primer mundo.
Debiera componer un mundo, ¿no?

Ahora salgo para advertir una razón:
la melancolía no era el único pasto
de las aves. Comedia o no,
cada quien arrastra el trayecto de su risa.

Lo supo Aristófanes, frente a la amargura
ateniense; y el inefable Fidel Pintos,
cuya fealdad sin palabra
nos consolaba de nosotros mismos.

Está dicho: para un pueblo joven, lo risible
compromete innumerables músculos.

Javier Adúriz, Buenos Aires, Argentina, 1948


Club

Quizás sea la luz tiranía distinta -Cavafis


Un ladrido corrupto rebota por las mesas.
No es la batalla de Accio
pero igual un cómitre exige
desde una especie de púlpito.

Los botines de los cinrcunstantes
sostienen el compás
hasta que el cubilete vuele
y alguien escupa los dados.

Y a quién le importa.
Ahítos de una felicidad crüel
babean, mugen, sonríen.

Aunque la luz repique por los vidrios,
-cantamos- otro golpe de los dados
y nos trague la noche.

Javier Adúriz, Buenos Aires, Argentina, 1948