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jueves, 2 de febrero de 2012

Gerardo Lewin






A Héctor Urruspuru


Amor, ya no me encierres esta noche.

Yo, que fui una bestia atroz,
que quise matar gente,
me echaría a tus pies
como un animalito amable.

Licántropo,
podría haberte dicho aullando
que las balas de plata
eran sólo metáforas.
¿lo hubieras comprendido?

Oscurece. No mires este rito:
es un proceso lento y vergonzoso,
es una amnesia deformante
en la que todo duele,
una torcida danza de gruñidos.

Vete. No quiero salpicarte de ruindad.

Yo fui una fuerza libre,
una voracidad para comerme el mundo.
Hoy, miserable, voy robando
bolsitas de eukanuba en el súper

y eso que está en el vaso
son mis dientes.

Gerardo Lewin, Buenos Aires, Argentina, 1955.
de Nombres impropios  [inédito]
imagen: de poesiadelmondongo.blogspot.com




Recibo la visita de un extraño,
un anciano implorante
que golpea a mi puerta
y dice conocerme.
No recuerda de dónde.

En el silencio de la casa
sus frases son incomprensibles,
como si hablara otro idioma
con las mismas palabras.

- Hubo un error - dice.
O quizás un desvío,
una mala elección.

Ahora se mesa los cabellos. Llora.

Me extiende un trozo de papel
en el que leo:
No existe otro pasado
que aquel que mantuvimos,
ese instante de amor
que decidimos legar a las posteridades,
a distintos futuros
que llegaran con ansias, con reclamos
a decirnos: soy tuyo.

Se ha quedado dormido.
Ronca, desapacible.

Qué voy a hacer con este viejo,
me pregunto.

Como una obviedad más,
escucho - nítido - el tictac del reloj,
retrocediendo.

Gerardo Lewin, Buenos Aires, Argentina, 1955.



martes, 14 de diciembre de 2010

Gerardo Lewin


Desde el infarto

Elí, Elí, lama dafaktani,
que significa: por qué me comí este garrón.

Por qué me has puesto en este infarto, Dios mío.
Por qué vienes como un vulgar matón
con aspavientos de muerte, amenazando:
—Ey, Gerry, vamos a dar un paseo.

Elí, Elí. Qué ganas de andar jodiendo.
¿Por qué me aporreas y me empujas,
cacheteándome como a un niño indefenso?
No soy un contrincante a tu medida,
pero no me acorrales.

Quizá tenga algún as en la manga
una metáfora que no hayas previsto,
alguna zancadilla para luchar contigo
y derribarte. Me encargaré personalmente
de que te arrepientas del momento
en que tu divina providencia
me hirió de soslayo.

Voy a hincharte las pelotas
hasta que se me acaben las pilas,
como un juguete enloquecido.

Basta ya de enviarme emisarios y secuaces.
Médicos, demonios, enfermeros y homúnculos
seres recién salidos del horno
con una sonrisa amable en las fauces.
Vienen con sus tenazas y sus pócimas,
se ciernen sobre mí con jeringas y mazas
pellizcándome, tensando mis venas como cuerdas,
oliendo mis orines, mordisqueándome,
metiéndome un dedo en el culo.

Uno a uno cambiaré sus designios;
velos mutados en aliados míos.
Formaremos un ejército y te buscaremos.
Irrumpiremos en tu sacro recinto
y no tendrás escapatoria, Padre amado.

Deberás sentarte a negociar por todo.
Temario abierto. Vamos a hablar
de los males del mundo
y no tan sólo de esta espina en mi pecho.

Mira a lo que hemos llegado, Dios:
ahora estoy encabezando una revuelta cósmica,
un vasto movimiento teológico
para torcerte el brazo, ¿y todo por qué?
Por un capricho, una nadería.
¿Qué necesidad tenías de mí,
de una mota de polvo
que ni siquiera tenía alto el colesterol?
Yo sólo robaba de vez en cuando
milagros
para mi estricto uso personal.

Ahora déjame en paz.
Me cansé de arrojar piedras al vacío.
Voy a dormir eones.
Cuando despierte, Dios, seremos como hermanos.
Mi corazón abarcará la Vía Láctea
y mis coronarias difundirán mi sangre
por el vasto universo.
Cambiaré sutilmente las leyes de la física,
impregnándolo todo con un dejo a Gerardo.
suavizando tu obra, oh, Creador...

Mi cuerpo se diluye
en el aire y la nada.
Déjame terminar esta humilde diatriba,
esta oración de gracias.
¿Por qué no duermes un poquito?
Pretendamos que es sábado: descansa.
Vete a dormir la siesta,
give us a break, oh Lord...

El monitor muestra mi pulso estable.
102/56 la presión. La nitroglicerina gotea.
Parece que me operan el lunes.
Les mando un beso a todos,
los quiero mucho.

Gerardo Lewin, Buenos Aires, Argentina, 1955.
imagen: s/d


Nota: el Editor pide disculpas a los lectores por las imperdonables erratas en la transcripción inicial de este poema, ahora corregidas.