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lunes, 25 de octubre de 2010

Yusef Komunyakaa


Cactus nocturno & fachada

No puedo sacar los ojos del desnudo
en la ventana de un tercer piso a las 3 de la mañana.
Donde ella está ya es de día
en Copenhague & la Atlántida,
& apostaría el misterio contra mi vida
que está escuchando Bouncing with Bud.
Contoneándose con el ir y venir de los dedos por las teclas,
ella está al borde de algo grandioso
caído ahora en decadencia & confusión.

No creo que sea un anuncio visto por la ventana
de una fachada, podría ser la modelo de un pintor
tomándose una pausa luego de estar horas
sentada en la misma pose, en diálogo con tonos de rojo
rogando que la sombra de Bud no se aleje rengueando
golpeada por bastones policiales. Me pregunto si sabe
que la floración llenó el cuarto & la dejó sola
como estoy yo esta noche bajo un puñado de polvo cósmico,
una puerta cerrada con tablas y guardada por dos leones.

Yusef Komunyakaa, Estados Unidos, 1947
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: Sally Mann, Night Blooming Cereus (1988)



Night-Blooming Cereus & Façade

I can’t take my eyes off the nude
in a third-floor window at 3 a.m.
Where she is it is already day
in Copenhagen & Atlantis,
& I’d bet mystery against my life
she’s listening to Bouncing with Bud.
Swaying to fingers up & down the keys,
she’s at the edge of something grand
now fallen into decay & shambles.

I don’t think she’s an ad seen through the window
of a façade, but she could be a painter’s model
taking a break from sitting in a single pose
for hours, in dialogue with shades of red
begging Bud’s shadow not to limp away
wounded by nightsticks. I wonder if she knows
blooming has filled up the room & left her lonely
as I am tonight beneath a handful of cosmic dust,
a boarded-up front door still guarded by two lions.

viernes, 15 de octubre de 2010

Yusef Komunyakaa


Las cartas de amor de mi padre

Los viernes abría una lata de Jax
al volver de la fábrica,
& me pedía que le escribiera una carta para mi madre
que enviaba postales de flores del desierto
más altas que hombres. Él rogaba,
prometiendo no volver a golpearla
nunca más. A mí me alegraba en cierto modo
que ella se hubiera ido, & a veces quería
incluir un recordatorio: que la “Polka Dots & Moonbeans”
de Mary Lou Williams
jamás deshinchó los moretones.
Su delantal de carpintero siempre lleno
de clavos viejos, un martillo de orejas
colgando al costado & cables de extensión
enroscados en los pies.
Las palabras salían de debajo
de la presión de mi bolígrafo: Amor,
Cariño, Nena, Por favor.
Nos sentábamos en la silenciosa brutalidad
de voltímetros & terrajas,
perdidos entre las frases...
El reflejo de una cuña de cinco libras
en el suelo de cemento
arrastraba un crepúsculo hacia adentro
por la puerta del cobertizo.
Yo me preguntaba si ella se reía
& las sostenía sobre una hornalla.
Mi padre sólo sabía escribir
su nombre, pero podía mirar los planos
& decir cuántos ladrillos
llevaba cada pared. Ese hombre,
que robaba rosas & jacintos
para su jardín, se paraba ahí
con los ojos cerrados & los puños ovillados,
escribiendo con trabajo una sola palabra,
casi redimido por lo que trataba de decir.

Yusef Komunyakaa, Estados Unidos, 1947
Versión © Gerardo Gambolini
imagen: s/d



My Father’s Love Letters

On Fridays he’d open a can of Jax
After coming home from the mill,
& ask me to write a letter to my mother
Who sent postcards of desert flowers
Taller than men. He would beg,
Promising to never beat her
Again. Somehow I was happy
She had gone, & sometimes wanted
To slip in a reminder, how Mary Lou
Williams’ “Polka Dots & Moonbeams”
Never made the swelling go down.
His carpenter’s apron always bulged
With old nails, a claw hammer
Looped at his side & extension cords
Coiled around his feet.
Words rolled from under the pressure
Of my ballpoint: Love,
Baby, Honey, Please.
We sat in the quiet brutality
Of voltage meters & pipe threaders,
Lost between sentences . . .
The gleam of a five-pound wedge
On the concrete floor
Pulled a sunset
Through the doorway of his toolshed.
I wondered if she laughed
& held them over a gas burner.
My father could only sign
His name, but he’d look at blueprints
& say how many bricks
Formed each wall. This man,
Who stole roses & hyacinth
For his yard, would stand there
With eyes closed & fists balled,
Laboring over a simple word, almost
Redeemed by what he tried to say.