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martes, 16 de agosto de 2011

Fabián Iriarte




Como esa delicada telaraña vista al trasluz de la lluvia.
(Entre las personas y las cosas, las redes de lo real).
Gotas a punto de caer a un abismo diminuto, sus riesgos aparentes.
(Depender del azar, impotencia y orgullo para quien se sabe
hecho de azar y nada más). Esa prolongación exacta
del frágil laberinto se debe a una rama un poco más alejada
que el insecto quiso incluir también en su orbe.
(Hay quien no confía tanto sus gestos a los caprichos de la lucidez,
deja un mínimo poder a los golpes de viento). Voy adonde estás:
el centro de este laberinto que el viento balancea.

Fabián O. Iriarte, Laprida, Bs. As. 1963
imagen: Aubrey Beardley, Earl Lavender (1895)  



                            …deus nobis haec otia fecit.
                                            —Virgilio, Égloga I, vi.

Antaño, la complacencia de retirarse a las selvas
en docencia de cantos y lamentos, y del eco sombrío,
y tu voz repetida por las rocas, y el fuego
que agrupa a los hombres en el mito.

La única magia que hogaño depara la época
es ver tu rostro repetido en avisos, repetido en avisos,
repetido en avisos, oír que te nombra la radio, ver televisión
mas cuéntanos, oh pastor, quién es ese dios
escuchar el discurso del escéptico.

Fabián O. Iriarte, Laprida, Bs. As. 1963



Earl Lavender, 1895

Esa magnífica espalda… ¿de hombre o de mujer?
Parece una cascada de agua clara.
Por la que correrán prontos
peces de sangre.

Fabián O. Iriarte, Laprida, Bs. As. 1963

viernes, 15 de julio de 2011

Fabián Iriarte




Cuando se presente en tu domicilio, sin previo aviso, rayo
en medio del campo desierto (una mirada, la trágica tormenta),
no te creas que será una sola herida, prepara tu cuerpo
porque te cegará y te partirá los huesos, destrozará
tus frases, te rasgará el paisaje de la espalda,
te reducirá
a esa miseria que fue siempre tu lúcida sospecha.

Fabián O. Iriarte, Laprida, Bs. As. 1963
imagen: Cerezo en flor, Yamamoto Baiitsu (1783-1856)



Mientras vamos por este sendero alto de luz matutina
discurriendo indulgentes sobre augustos poetas
abandonados a la peor veneración, la piedad exigua de los siglos,
que con débil convicción multiplican esas voces oídas en arboledas
de academia,
quod non imber edax, non aquilo impotens possuit diruere
Mientras vamos, decía, nos mira
o creo paranoico que nos mira (vaciedad de la piedra su mirada)
el busto de un anciano, representante de la tradición y del hipérbaton,
adustez de mármol su rostro.

Adustez a la que el tiempo, irreverente,
ha arrancado parte de una oreja.

Fabián O. Iriarte, Laprida, Bs. As. 1963



En la línea de la rama que confunde el horizonte
frente al asombro de los ojos de la mañana.
Si tu veux être heureux, ne cueille pas la rose
Después de la luz de lluvias que deslumbran,
la perfección es extraña.

Fabián O. Iriarte, Laprida, Bs. As. 1963